Ya trato de ocultar el rubor bajo sus propias manos, lo malo de ser ella es que se avergüenza con bastante facilidad, aunque por alguna razón se ve complacido, lo cual le extraña. — Eso parece, también prefiero que siga de ese modo. —
—De esas hablo —Señaló las mejillas de ella, sonrojada le hacía ver muy inocente. Cosa que le causaba cierta gracia—. Una mujer que se sonroje tan fácil, es lindo verlo. Ah, que día —dijo dando un suspiro y apoyándose en una de sus piernas balanceó la otra hacia atrás y adelante. Pateando una piedrita—, supongo que las cosas están muy tranquilas. Y eso es bueno.
— Pensé que era una costumbre humana lo de los sacrificios de corderos para ciertos rituales, pero no estoy del todo segura si era eso. — Eso sí, sus mejillas ya estaban un poco rojas por el halago. — ¿D-de que vistas habla? —
—Ideas del nigromante. Tampoco sé sus razones —confesó y luego se encogía de hombros. Luego continuó—: sin embargo el ofrecer a una mujer tan bella es triste. Se perderían ciertas vistas.
Feliz de la vida por las palmaditas en la cabeza que le daba Sett, aunque le extraño aquella respuesta, aun sigue sin comprender lo del sacrificio. — ¿Por qué me sacrificarían y por qué seria un desperdicio? —
