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LsK1573361 · M
. . . —Al escucharla, estaba a punto de entrar y gritarle que se largara, que si tanto lo odiaba se fuera lejos de él, pero su mano se quedó prensada en el picaporte y no lo giró, estático, solo temblaba por contener la ira.

Se fue refunfuñando hasta la sala, pero tropezó con uno de esos malditos peluches gigantes que Nath compraba en compulsión y arremetió contra él. Lo aventó hacia el otro lado de la habitación y luego se transformó en un perro, corrió hacia el juguete y lo mordió, pero se detuvo otra vez... Si lo destruía la haría sentir mal, y ya no quería más peleas.

Aguardó, echado en el suelo, hasta que ambos estuvieran tranquilos. Con su oído agudo, escuchaba la mecedora y parecía la melodía que calmaba a las bestias, en cuanto dejó de oírla, entró a la habitación para toparse con una imagen curiosa: el sol entraba radiante por la ventana y ella parecía una pintura impresionista, con tonos azules y amarillos, casi surreal.— Hey... —como siempre, arruinando momentos magico
 
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