No dijo nada más y sólo se quedó mirando por un momento el agua. No solía ser desconfiada, ni tener sospechas de nada, pero la reciente insistencia de su compañero sobre la oscuridad que en algún momento iba a brotar de ella... Estaba comenzando a ser más que rara.

Cerró sus ojos un momento y negó para sus adentros agitando muy suavemente su rostro. Ya estaba sonando como su tía Samantha, aquella de los Südwesten que aunque no se creía superior a nadie tampoco confiaba ni en una mosca. — ¿Por qué no mejor me cuentas qué vamos a cenar?