Dejó el libro encima de la mesa y colocó sus pequeñas manos sobre su regazo arrugando parte de su falda con ellas, estaba nerviosa porque en ocasiones le costaba pronunciar algunas palabras. —E-Está bien papi... hagámoslo...
—Si, recuerda que te pondrán a leer así. Por lo mismo tendrás que dar tu máximo esfuerzo.— Miró atento a la menor mientras que esperaba una lectura solida y firme.
Con el ceño fruncido tomó el libro que le ofreció su padre. Sus ojos jade, brillando de curiosidad como siempre recorrieron el objeto. Abrió justo a la mitad pasando su mirada sobre los párrafos. —¿En voz alta?
