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Cuando toda la oscuridad cubrió el lugar, la joven noble, una pequeña niña apenas podía distinguir a lo lejos dos estelas rojas que se acercaban a gran velocidad. El estridente sonido de la carroza y el imponente golpear de los casquillos del caballo contra el suelo anticipaba el inevitable destino de la princesa Vorhen.
Cerró sus ojos, se abrazo a si misma encogiéndose en su propio lugar aguardando por aquello de lo que no podría jamás escapar.
— Liberenme.— Despertó con la vista de la fogata frente a ella, nuevamente se había quedado dormida para ser presa de sus pesadillas.
 
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¿Era sorpresa que su expresión no cambiase, así como esa posición tan inofensiva? Cuando ella lo observó no recibió una mirada de vuelta, solo ese pálido semblante que se contentó con oír los secretos del fuego, esto era realmente malo para el resto, pero satisfactorio para él, demasiado—. Como no sé qué es lo que las causas no puedo asegurar eso, pero puedo ocultarlas detrás de otro sueño —primero bajó las manos hasta los lados de su asiento, luego fue que lentamente giró su cabeza a ella—. Esto será como partirte los dedos para salvar tu mano, podrás dormir en paz, aunque luego pagaras el precio por forzar tu descanso —fue sincero, pero extremadamente ambiguo respecto a las formas. Claro, iba a darle una explicación si lo quería, Liviet era instruida, entendería cualquier cosa que él pudiese decir, pero de no requerirlo solo actuaría. Se quedó viéndola en espera de una respuesta, una reacción al milagro que podía fabricar.
 
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