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Off. ¡Gracias, Sabriel!
 
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SabrielWolrick · 31-35, F
Repasó su rostro con atención una vez más. Lo había visto antes danzando en los pasillos del Pilar, acompañando a Adam y hablando con otros sequester. Pero nunca se había interesado en dialogar con él. Su hermano, por otro lado, no solía perderle de vista. Hasta que un día logró interceptarlo en uno de los entrenamientos y terminó herido. Incluido su orgullo.

Sin embargo, ahora que percibía el tinte de decepción en el tono de su voz y aquella mirada de devaluación, tenía curiosidad. El desconocido había puesto en palabras uno de los miedos más profundos que tenía la hindú. Lo vio, lo expuso y lo desechó. El proceso completo con la misma rapidez con la que se trata a un niño que no entiende. Lo sabía porque había sido esa niña incontables veces. Era el mismo método que Adam Lou utilizaba cuando Sabriel se desbordaba en asombro.

Fue ahí que asintió.
Sentía admiración por el pelinegro.

Podría aprender el truco del puño si el suficiente no fue decepcionante.
Sería increíble si esa fuera la primera vez que le decían algo así. No obstante, las expresiones de la azabache iban en contra de su primera idea. Desvió la mirada hacia el otro que se encontraba en el suelo que, al captar ese aturdimiento... dio la impresión de enojarse aún más. Linden no se había apuntado a duetos que no se encontraban en la misma sintonía.

La espada desapareció y él relajó un poco su postura. Las manos cayeron prestas a ambos costados de su cuerpo. Luego, una se escurrió hacia el bolsillo de su pantalón. Repasó con el pulgar la cadena que ahí se encontraba conforme la pelinegra hablaba al tercer integrante de ese escenario. El recorrido del dígito se detuvo por un momento. Evaluando sus posibilidades y, principalmente, ánimos. Estos se habían reducido en exagerada medida con aquella intervención.

— He visto suficiente. — Su respuesta daba muchos matices a considerar. Lo que se interpretaba en una superficial capa. Lo que había más abajo de esta. Un don.
SabrielWolrick · 31-35, F
Es increíble como una oración puede hacerte trastabillar. En un segundo, la seguridad forjada con las almas del Inframundo se vio fracturada sólo por la voz de aquél. Salias seguía protestando por el dolor a sus espaldas.

Él tenía razón. No podía decidir por su hermano. Una ligera punzada de dolor le atravesó la cabeza cuando apareció la imagen de un Salias caucásico diciéndole esas mismas palabras mientras se ajustaba el escudo de espadachín. No supo qué le molestó más: la verdad o que fuera un desconocido quien hiciera vérsela.

Aprendería de esto.

Levantó la espada y la enfundó mientras reflexionaba. —Debemos aprender a perder. Incluso si el orgullo lo impide —Dignidad y orgullo eran palabras que fácilmente podrían cruzarse. Sabriel sabía que su hermano lo sabía, a pesar de no poder seguir luchando, lo haría sólo por defender sus principios. Necesitaba límites. —¿Tú ya tuviste suficiente?
Linden tenía un lugar especial para los intrusos.

Ese que estaba entre su espalda y su cuello. El hombro. O, precisamente, la mirada por encima del hombro. Se la había dedicado a Zhar en incontables ocasiones en cada fin de reunión con el celador de Alois. Óscar le apretaba el hombro en señal de advertencia cuando hacía eso. Grace intentaba calmarlo pero nada de eso funcionaba. Un más joven Rowan no soportaba esas actitudes.

Mucho menos cuando venían de alguien decidida a finalizar algo que francamente no le concernía. El heredero de los Rowan se estabilizó en su lugar y alzó una ceja. Se tomó tres segundos para colmar sus pulmones de más aire que después utilizaría para enfatizar algo. — No puedes decidir por él. — Tan sencillo como eso. E iba más allá de la molestia de una intrusa en el entrenamiento. Su mirada cayó en el aparente Sequester que parecía molesto con lo que aquella le había dicho.

Ese más allá era "dignidad". Actos como aquellos eran manchas en esa sensación
SabrielWolrick · 31-35, F
[...] —Terminaste —aunque el tono que usó sonaba ligeramente a pregunta, fue una orden. Acentuó sus palabras cuando se levantó, blandiendo la espada en el aire hasta que colocó la punta entre los pies del —definitivamente— no-sequester.
SabrielWolrick · 31-35, F
Levantó la mirada por encima del filo de su espada cuando la ironía le llegó como un balde de agua fría. Los había visto practicar sentada en uno de los pilares que formaban una circunferencia alrededor del campo de batalla. Salias, más concentrado en el enojo que le provocaba el pelinegro que en las palabras de su hermana, volvió a resoplar con rudeza. Parecía un animal a punto de lanzarse contra el desconocido que se cruzó en su camino. Aún así se las ingenió para bufar un: "No". Sin embargo, no tuvo más para ofrecer.

La hindú lo observó. También vio cómo su hermano recibía el golpe. Él ni siquiera fue capaz de preverlo. El sudoroso mellizo cayó de espaldas, haciéndose daño. No pudo levantarse. Sentía las piernas adormecidas por la energía de rebote que le recorrió la columna cuando su trasero tocó el piso. Ella alternó la vista entre su rebelde hermano y el irónico muchacho. Sus ojos, inusualmente grandes, se entrecerraron cuando fijó la mirada en el rostro paliducho.
Nueve palabras. De todo lo que le había tocado escuchar de aquella lo máximo habían sido nueve palabras y era justo en ese preciso momento que estaba rompiendo un nuevo récord. Linden inspiró con lentitud permitiendo que el aire raspara con violencia sus pulmones que ardían por el esfuerzo.

— ¿Tú ya tuviste suficiente? — El tono prepotente se deslizó en la interrogativa. Después de todo, incluso alguien tan inepto como él alguna vez había sido un chiquillo con la idea que podría comerse el mundo si así quisiera. Quiso tantear más terreno cuando dirigió una mirada a la pelinegra.

¿Tú también ya tuviste suficiente?

Su brazo se adelantó en esos instantes y cruzó el espacio para plantarse en la boca del estómago del contrincante. Un portal como esos le iba a costar, por ejemplo, trastabillar hacia atrás. Un desequilibrio por el esfuerzo.
SabrielWolrick · 31-35, F
—Ya fue suficiente práctica para ambos. Vayan a ducharse. —Dijo una Sabriel más joven, cansada de mirar a los dos adolescentes pelearse fingiendo que practicaban las técnicas de combate Sequester. Salias, que no podía abrir uno de sus ojos debido al sudor, volvió a levantar las manos, resoplando.

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