— Había dejado de succionar escuchando su voz. No entendía nada pero su voz capturaba su atención. Conforme los minutos pasaban y comía, el movimiento terminó por arrullarla hasta dejarla dormida.—

—Tranquila, no se acabará... no aún —bromeó para sí misma con aquello último, usando la mano libre para peinar los cabellos negros de su más pequeña mientras la alimentaba. Utilizó la mecedora para crear ese agradable movimiento de arrullo para su cachorra, así podría hacerla dormir también.

— Olfateó su pecho y lo atrapó con su boca empezando a succionar mientras una de sus manos tocaba, empujaba y aruñaba el espacio entre los senos de ella entretenida mientras la miraba. —

—Oye, oye... está bien, tú ganas por esta vez pero debemos irnos de aquí. Si tu hermano siente el aroma a comida, despertará y se pondrá a llorar —rió por lo bajo, arropó un poco Lilith con una manta y salió por la ventana hacia el patio, sentándose en la mecedora bajo la sombra del árbol. Ahí se bajó un poco el vestido y acercó a la infante a su pecho—. Diablos, ¿por qué tuvieron que salir a mí? Ahora entiendo a tu padre.

— Soltó pequeños pujidos, como si fueran intentos de gruñidos. Su boca se abría y cerraba y su rostro se tallaba contra el pecho de su madre. Insistía en lo que quería. —

—¿Ya tienes hambre otra vez? No hay caso con ustedes dos, terminarán por desaparecerme~ —dejó salir una suave risa para no despertar al otro cachorro dormido, tomando a la pequeña Lilith en sus brazos para acomodarla en su pecho—. Dentro de poco comerás algo, no desesperes.

— Reconoció su voz comenzando a dar manotazos y patadas. Su manita alcanzó ese dedo de mamá, que buscó llevarse a la boca —

—Hola cachorrita.~ ¿Ya despertaste? No hagas tanto ruido o Caín también lo hará —le dejó suaves caricias en las mejillas con el índice.