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Lady Bathory no se compararía con la vanidad de Lilith; después de todo ella era una mortal con una maldición de la cual sin duda disfrutaba. Justo como Lilith hace sin arrepentimiento y sin ser un hecho de lujo, sino más bien una simple costumbre.

—Beber de ti tiene consecuencias, ¿Lo sabes?.- Menciona tras ver caer gota a gota de aquella preciada sangre. Sorbe un trago y sus pupilas parecen dilatarse por un instante; éxtasis. —Decenas de vidas aquí vertidas, tu maldición cubriendo cada centímetro de ti y de mi en un bello color carmesí.- se acerca hacia él para tocar los labios ajenos y acariciarlos con ternura. —Podría darte un mar rojo para darte la corona que te hace falta… ya no eres solo un vampiro.-
┼ Recogiendo las mangas de su camisa hasta el codo, la pálida piel del rumano contrasta con la negra ropa que viste. Pasos silentes terminan al descubierto por charcos de roja vitalidad que se derraman por todo el baño.
- Déjame ofrecerte una cosecha más… añeja. – dicta la masculina voz del inmortal, cuyas venas se abren ofrecidas a su amada, vertiendo desde lo alto una considerable cantidad que cae llenando la copa, terminando por llover sobre la piel descubierta del pecho femenino.
Así, moja su ropa al meterse a la tina con ella; sobre ella, observándola fijamente hasta que lame su propia herida con lentitud.
- Anda… bebe. – y ante una sonrisa de confianza y desafío, deja en claro que lo único que le importa en ese momento son los ojos grises de quien mantiene cautivo su corazón.┼

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