Era un hermoso día de verano en las afueras de Gulundryn. Un bello páramo a las orillas de un enorme río poco frecuentado por los pescadores, debido a los rumores que se esparcían por los poblados aledaños. El rumo decía que habían fuertes grupos armados, en general bandidos. Cualquier pueblerino de la región sabía de estos rumores, pero no ella, no Aldara. Ella venía de un muy lejano lugar, al norte del continente. Debido al incidente dónde obtuvo su armadura mítica, no recordaba nada de su pasado. Así que viajaba por dónde le placía en busca de dinero, trabajando cómo mercenaria para los aventureros que vivían en diferentes misiones.
Ese hermoso día, Aldara había decidido acampar cerca del río. "Acampar" para ella significaba dormir a la intemperie, arriesgándose a ser asaltada mientras duerme. Por fortuna, era una buena luchadora, a pesar de medir apenas 154 cm. Una herma chica de cabellos rubios, ojos verdes cómo las esmeraldas y una piel blanca. Una chica con un atractivo un poco infantil, más que nada, debido a su corta edad de 19 años. Yacía tendida sobre el verde pasto, disfrutando de la sombra que un gran árbol le proveía, con la espada a un lado sin nada de qué preocuparse más que el hambre que seguramente tendría en pocos minutos, ya que no había conseguido nada de dinero en esa semana.
─ Sería muy penoso morir de hambre...No tengo energía ni para ir a buscar empleo. Solo me resta mendigar un poco. Quizás con mi carita de ángel pueda conseguir aunque sea unas monedas o un pan. ─ dijo para sí totalmente desganada.
