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El viaje desde el Kremlin, en el corazón de Moscú, hasta el palacio de Petroff no era nada corto a pesar de ser un trayecto directo, pero para Leonid, quien iba absorto en sus pensamientos, no duró más que un abrir y cerrar de ojos. Hacía apenas un par de meses que había sido retirado del campo tras una breve incursión en el proyecto Korallovaya, y ese singular hecho no parecía dejar de dar vueltas en su cabeza.
 
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NinaBeaudreau · 26-30, F
Sus ojos hesitaron sobre el rostro de Antipov, y sonrió a medias, pero con tanta honestidad como podía; después de todo, ella había aceptado todos los términos y condiciones del trato, debía cumplir con su parte.

Tomó fuerzas, se mentalizó lo más que pudo, y salió del auto para enfrentarse de golpe a ese nuevo mundo que ella debía proteger a toda costa, a pesar de que ese mismo mundo le había arrebatado todo lo que alguna vez había amado.

De no ser por la banda militar, y los uniformes, quizá hubiera parecido un baile cualquiera a los que estaba tan acostumbrada a frecuentar, pero le parecía intolerable el enorme retrato de Stalin al centro del recinto, y esos horribles saludos militares. Incluso siendo escudada por la presencia de Antipov en todo momento, sentía que gritaría si tenía que volver a ser presentada como Tovarishch Kuznetsova, y recibir esas miradas de lástima inherente que todos parecían tenerle.

Deseaba con todas sus fuerzas ser invisible.
 
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