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El viaje desde el Kremlin, en el corazón de Moscú, hasta el palacio de Petroff no era nada corto a pesar de ser un trayecto directo, pero para Leonid, quien iba absorto en sus pensamientos, no duró más que un abrir y cerrar de ojos. Hacía apenas un par de meses que había sido retirado del campo tras una breve incursión en el proyecto Korallovaya, y ese singular hecho no parecía dejar de dar vueltas en su cabeza.
 
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NinaBeaudreau · 26-30, F
De cualquier forma, ahora estaba a su merced, y aquella noche era la culminación del preludio de su verdadera condena: esa noche sería presentada oficialmente con su división, para entonces partir a Berlín en tan sólo un par de semanas, a comenzar con su misión.

—"Nina, estarás bien, me aseguré de que tengas un buen oficial que te guíe."

Había dicho él, como si percibiera la angustia que tanto intentaba ocultar. Hasta el momento, no tenía razones para desconfiar de la palabra de Antipov, pues había cumplido con todo lo que había prometido: le dio un cuarto privado, rescató algunos objetos importantes pertenecientes a su familia, le había dado un debido entierro a los miembros de su familia que habían perecido en desgracia, y había conseguido un buen partido para Natalie, incluso había dejado que ambas se escribieran cartas durante su estancia de entrenamiento.
 
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