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NinaBeaudreau · 26-30, F
Aquello era peor de lo que jamás imaginó.
La belleza y elegancia del palacio de Petroff era innegable, la conocía bien, pero jamás en estas circunstancias, no, jamás en una gala de la NKDV. ¡Cómo detestaba el verde olivo de esos uniformes! ¡Aún más el brillo de esas medallas, o la rigidez de las terribles komissarkas! Quería gritar, quería dejar de sonreír y de saludar oficiales bolcheviques.
Había pensado en huir, sí. Aquella tarde, mientras el sol caía, y ya completamente vestida era inconsciente de su reflejo sobre los cristales del gran ventanal de la habitación, mientras su mirada se perdía en la forma en la que el día moría, apacible y sepia. Pero era demasiado tarde, pues Antipov llegó tan puntual como siempre: 20 minutos antes de lo acordado.
Suspiró con pesadez, pues al verle bajar del vehículo, supo que no habría escapatoria para ella, su acreedor había ido personalmente a recogerla.
La belleza y elegancia del palacio de Petroff era innegable, la conocía bien, pero jamás en estas circunstancias, no, jamás en una gala de la NKDV. ¡Cómo detestaba el verde olivo de esos uniformes! ¡Aún más el brillo de esas medallas, o la rigidez de las terribles komissarkas! Quería gritar, quería dejar de sonreír y de saludar oficiales bolcheviques.
Había pensado en huir, sí. Aquella tarde, mientras el sol caía, y ya completamente vestida era inconsciente de su reflejo sobre los cristales del gran ventanal de la habitación, mientras su mirada se perdía en la forma en la que el día moría, apacible y sepia. Pero era demasiado tarde, pues Antipov llegó tan puntual como siempre: 20 minutos antes de lo acordado.
Suspiró con pesadez, pues al verle bajar del vehículo, supo que no habría escapatoria para ella, su acreedor había ido personalmente a recogerla.
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