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El viaje desde el Kremlin, en el corazón de Moscú, hasta el palacio de Petroff no era nada corto a pesar de ser un trayecto directo, pero para Leonid, quien iba absorto en sus pensamientos, no duró más que un abrir y cerrar de ojos. Hacía apenas un par de meses que había sido retirado del campo tras una breve incursión en el proyecto Korallovaya, y ese singular hecho no parecía dejar de dar vueltas en su cabeza.
 
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LevKozlov · 31-35, M
Agitó el paquete para afianzar los labios a uno de los cigarrillos que se asomaban y tras extraerlo, lo encendió. La primera calada fue casi un suspiro de alivio, al punto en que cerraba los ojos por un instante mientras el humo emergía de sus fosas nasales abundante y espeso gracias al frío acentuado por la llovizna, misma que había menguado y cesado durante el trayecto. Sosegado y gallardo, revitalizado por la nicotina, subió entonces los escalones, apagando de forma discreta con una pisada el apenas encendido cigarro, antes de ingresar al voluptuoso vestíbulo del palacio.
 
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