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El viaje desde el Kremlin, en el corazón de Moscú, hasta el palacio de Petroff no era nada corto a pesar de ser un trayecto directo, pero para Leonid, quien iba absorto en sus pensamientos, no duró más que un abrir y cerrar de ojos. Hacía apenas un par de meses que había sido retirado del campo tras una breve incursión en el proyecto Korallovaya, y ese singular hecho no parecía dejar de dar vueltas en su cabeza.
 
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LevKozlov · 31-35, M
Un par de gotas de la llovizna que caía sobre la capital se deslizaban por la ventanilla del automóvil donde viajaba a la presentación oficial. Recordó entonces el intenso aguacero que había caído la semana pasada, durante uno de dichos entrenamientos. Una curiosa mezcla de envidia y desprecio le hacía sentir que la garganta se le cerraba al ver la manera sosa y torpe en la que los reclutas intentaban seguir el paso de los sargentos, existiendo en aquel lugar por lo que él consideraba, a estas alturas, un mero capricho de Antipov.

Solo una de entre todo el "lote" había superado la mayoría de las pruebas, más por mera determinación que habilidad natural. Nina Kuznetsova. Lyonya suspiró al recordar como aquellas delicadas manos apenas podían sostener una Tokarev, mucho menos liberarla de un atasque tras haber vaciado impulsivamente más de la mitad del cargador sin acertar ni un solo disparo.
 
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