Observó como su dedo pulgar era marcado por una mordida más. Había sido bastante arriesgado jugar con el chico pelirrojo a "las mordidas" por el alto espíritu competitivo de éste.
— El jugar tanto me ha abierto el apetito... ¿Puedo?
Esbozó una pícara sonrisa mostrando sus afilados colmillos. Su mano izquierda llegó al pequeño cinturoncillo del cuello que cerraba aquella traslucida prenda. Quería desnudar su cuello esperando que el accediera a dejarle morder.
