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HectorDumitrescu · 26-30, M
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—Gracias, y descuida, me pondré a trabajar. —Dijo eso último a sabiendas que no quería que sus hermanas no vislumbrasen debilidad en ella. Pero... ¿Por qué lo hacía? Realmente le importaba... lo sentía, en su interior, aun con todo el dolor que sufrió de su parte, deseaba que ella fuera feliz. Sin embargo, entre más valoraba la vida, su esperanza por un mundo mejor también crecía.

—Sólo, no quiero que todo lo que este creando sea para destruir. Un cerdo con alas no estaría tan mal. —Mencionó con sorna. Obviamente no tenía planeado darle vida a un cerdo volador, pero sí estaba dispuesto a mostrarle a Lenore que era capaz de forjar criaturas capaz de brindar de vida el mundo.

—Espero no te moleste, sin un par de demonios no están hechos para matar sin piedad.
HectorDumitrescu · 26-30, M
¿Le había dado un beso? No lo podía creer, si no fuera porque el roce de sus labios aun se percibía en el dorso de su diestra. Colgó su mirada en la mirada carmesí ajena y fue como si el tiempo le devolviese una era dorada en la que realmente valía la pena volver a vivir otro anochecer en el que compartiera un segundo con la pelirroja. Sin embargo aun tenía que razonar, no podía limitarse a perder los estribos. Ella seguía siendo su captora y sus hermanas, el vergudo que se encargaría de hacer sonar la campana para que él cumpliera con su cometido.

Aun así, se seguía extrañamente feliz de seguir compartiendo momentos a su lado. Su corazón guradaba el regocijo de saberse afortunado de tener situaciones peculiares y momentos inolvidables, que sabía que sólo se pronunciarían estando junto a ella.

—Lenore... —Dijo su nombre de una forma cálida y familiar. Hacía tiempo que no decía su nombre con tal dulzura, regalando una apenas visible sonrisa al compás de sus latidos.

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Debía mantener su distancia, aunque en el fondo no quería. Soltó a Héctor y sin más, cumpliendo con su palabra, se retiró a paso rápido de aquella habitación, dejándolo solo.
Sujetó entonces la mano del forjador, la cual acercó con lentitud hacia su propio rostro. El tacto para el contrario debía ser suave y frío, pero era lo de menos. Depositó entonces, con toda la calma del mundo, un suave beso en el dorso de aquella mano, cómo si de esta manera quedara sellado aquel pacto.
— Ni volviendo a nacer sería yo esclavizada por ti. Pero me alegra coincidir contigo en esta. A pesar de todo. —
El rostro de Lenore, por unos breves instantes, vislumbro un atisbo de ternura. Por instantes logro imaginarse una vida tranquila al lado del forjador. Que visión tan extraña, mas no le resultaba tan desagradable
— Te dejo entonces para que trabajes. No quiero distraerte más.—
¡Maldita sea! ¿Qué demonios estaba pasando? Seguramente sus hermanas se burlarían de ella, más de lo que seguramente ya lo hacen por relacionarse tanto con este humano.
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— ¿Cerdos volando? Oh, estoy segura que si te pidiera que me hicieras uno, lo harías. ¿No? —
No pudo evitar sonreír, burlona. No sabía si había algún tipo de requerimiento para las creaciones que Héctor podría hacer, pero confiaba en que estaría dispuesto en complacerla incluso con un capricho así de ridículo. Tal cual ella había cedido anteriormente para complacerlo en su estadía forzada en aquel castillo. Lo había logrado. Por fin Héctor volvía a mostrarse dispuesto a estar con ella y servirle. Había tardado en ceder, más que la primera vez, pero había vuelto a ser totalmente suyo. Escucharlo era todo un gozo, una melodía que había añorado. Pero, aparte de aquel sentimiento de orgullo por ''someterlo'' nuevamente a su mandato, verlo ahí, frágil y honesto... le hacía sentir algo. No quería ponerle nombre. Se oponía rotundamente a reconocer que Héctor comenzaba a inundar sus sentidos lenta y graciosamente. Es distinto a todos los que había conocido antes. Y era suyo.
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HectorDumitrescu · 26-30, M
(...)

No, no es que sigiuiera, es que no lo había dejado de estar.

—Sí, y tal vez en esa ocasión me tocaría ser el Vampiro que te exclavise. — Esto último lo comentó más como una mofa. ¿Estaba feliz? Sí, se le notaba. Podía volver a bromear con ella, a estar en paz con ella. Pese a que aun hubiera desconfianza, definitivamente la interación entre ambos había logrado mejorar de forma notabl.e

—Lo lograste, Srta. Has logrado que el material más importante para forjar vuelva a funcionar en mí. Sientente orgullosa. — Finalizó con esa misma sonrisa... Esta noche la forja del infierno abriría sus puertas.
HectorDumitrescu · 26-30, M
Lenore... Oh, dulce y elusiva, sabía perfectamente llegar a él y torcer su razón. No sabía cómo diablos lo hacía. Aun con todo en contra lo lograba seducir y caer en su juego. Dentro de él, la pequeña semilla de esperanza brotaba a pasos firmes. Su corazón comenzaba a sanar lento pero seguro y sus ganas de "crear" volvían con parsimonia a sus dedos como una inpsiración palpable.

— Para el par de siglos que te acompañan me suena difícil que creas en el destino, sin embargo, tienes un encanto con el que me cuesta lidiar. ¿Sabes? Y logras que crea que hasta un cerdo vuela con las flores que emanan tus labios.... — Suspiró en ese instante y luego le regaló una sonrisa. ¿De verdad le estaba dando una sonrisa? Sí, estaba disfrutando de su compañía. Ya no quería negarlo y lentamente, su idea de estar de lejos de ella comenzaba a vislumbrar la verdad en sus adentros. Lo que realmente deseaba era no estar lejos y perderla para siempre. ¿Era así? ¿Realmente seguía perdido por ella?
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Pero no era así. Era una verdad adornada. Disfrutaba demasiado de Héctor, un humano bastante peculiar, con el cual podía sentir una extraña conexión. Aun le consideraba inferior, pero distinto a su propia raza. Sobresaliente entre toda esa montaña de porquería.
— Héctor, a veces creo que el destino es cruel, pero justo. Mírame, nací hace muchísimos años, y termine convertida en vampiresa, he pasado guerras y penurias para lograr llegar hasta aquí. Y si en momentos he llegado a renegar de eso, en este momento soy feliz, y volvería a vivir todo otra vez. ¿Sabes porqué? —
No pudo evitar levantarse de su lugar, posando entonces sus manos delicadamente sobre las mejillas del forjador, acariciando su piel con toda la suavidad que podía, en un intento de forzarlo a verla directamente.
— Estoy segura que era nuestro destino encontrarnos. Así, aquí y ahora. ¿No sientes lo mismo que yo? ¿De qué otro modo nos pudiéramos haber encontrado? Sólo volviendo a nacer. —
Soltó con tal facilidad aquel discurso, que cualquiera pudiera creer que lo había preparado con antelación.
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Escuchar la reflexión de Héctor le dejó sorprendida. No esperaba recibir un mensaje tan transparente y bien elaborado. Pero lo que más le causo eco en su interior fue cuando el varón dijo no tenerle miedo. Sí, parte de su trabajo es engatusarlo para mantener su lealtad, pero... Había algo en aquella frase que le produjo un escalofrío.
Sí, desde que vio a Héctor llegar al castillo, maltratado, sangrando y temeroso, sintió una enorme necesidad por ir en su auxilio. ¿Sería acaso cómo le pasó con aquella araña sin pata? Era similar, pero en esencia había algo más. Héctor podía razonar, era elocuente, y hasta gracioso en ocasiones. Escucharlo expresarse tan bien de ella, y cómo se sentía, le provocaba una sensación difícil de describir con palabras. Pero no podía ceder a tonterías. Mantener los pies en la tierra y seguir las ordenes de su hermana para su plan maestro era prioridad. Aun así... Quería escuchar más al forjador hablar así, cómo sólo él podía hacerlo.
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