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Sin comentarios. [Sólo rol]
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Off: Muy bien, regresé a ser serio respecto al rol. Disculpe la excesiva demora.

On:

**Un mortal en sus mortajas fúnebres, exhumado de su tumba hasta ser convertido en un aparente muerto viviente, casi le tumbó al tropezar con lo que asumió fue un relieve en la acera, de aquel modo se estrelló con la espalda del albo, quien trastabilleó antes de recuperar el equilibrio y su dignidad. Quedó de perfil al torcer los músculos del cuello, tan sólo lo suficiente para captar con la esquina de sus cóncavas la figura humana en donde unos posos sin fondos, que alguna vez fueron iris vívidos, ya nada queda en ellos de días de antaño. Una calavera, con cabellos cenicientos que se desprenden al soplar del viento, miembros huesudos que cuelgan a los lados sin ánimo, y unas piernas temblorosas que se esfuerzan por mantener la figura en pie, son sólo una conjugación de partes que tiempo atrás fue un ente saludable y joven. Algunas manchas cubren su tez, clásicas de los ancianos, si bien este cuerpo no ha de superar un par de décadas, sin llegar ni a la treintena aún.

Un escalofrío le asaltó desde la base de la columna, escalando por cada vértebra, hasta la última que se esconde en la nuca. Cada vello se erizó como si una fría ráfaga de viento invernal hubiese surgido de la 'nada'. Las pupilas justo al centro de las esmeraldas se dilataron hasta casi abarcar la totalidad y extinguir el verdor que le rodea, antes de retornar a la normalidad de los iris que se posan tranquilos en los glóbulos oculares. Sin delatar la realidad que esconde un armazón de huesos y carne que el antediluviano porta cada día entre las calles de aquel distrito en particular.

¿Otro más que ha sucumbido a un virus que parece atacar sin misericordia? ... Si bien éste parece no atacar al azar, sino que escoge sus víctimas con recelo. ¿Quizás no?

Por ello el albino ha sido enviado allí, en una 'misión de reconocimiento' de porqué el amo de la guadaña ha estado arrancando cabezas a diestra y siniestra, abarcando una lista extensa, que no estaba proyectada en el calendario que se exhibe en una de las amplias cámaras del mundo conocido mundanamente como de sombras. Al contrario de las creencias, este ser no es quien domina el averno, es sólo uno de la larga cadena de comandos, una burocracia sin par en ninguno de las dimensiones conocidas... entre millones sin conocer aún. Y él mismo está en alguno de los escalones, lo curioso de la situación, es la ambigüedad de aquel status indefinido .

El ente de cabellera nívea expulsó el aire de sus pulmones con desgano, esa indiferencia innata al entorno que le rodea, incluso ahora que ha sido arrastrado en contra de su voluntad manejada por hilos afilados cual navajas, que restringen su libertad y ha sido así durante milenios. Para él, a simple vista, toda son ciudades grises que no se diferencian entre sí .Luces de neón que se proyectan a kilómetros de distancia, reflectores que emanan un haz artificial que se extienden por el cielo en amplios brazos que convocan a las masas a un decadente ambiente de danza y tragos multicolor de alcohol. Mas él, se encuentra a una distancia drástica en cuanto a opuestos, en un rincón a oscuras que ni él sabe como fue a dar, perdido en sus pensamientos bañados con una densa capa de reproche y protestas con aquellos titiriteros.

Miró a un lado y otro, abajo y arriba. Detrás, una calle sin transitar en medio de la madrugada, delante una muralla que cierra el paso, a ambos costados paredes de ladrillo sucio por espesas capas de suciedad ambiental, grafitis, sangre seca por peleas callejeras, y deshechos humanos, al ser un baño público, de paso. Al lado izquierdo algunas ventanas empañadas que han quedado a oscuras, donde personas de dudosa reputación descansan algunas horas antes de iniciar un nuevo día rutinario. Una escalera de incendios trepa en zig zag por un costado, y algunas botellas vacías de licor se amontonan en el primer escalón. El olor es ciertamente nauseabundo, y es por ello que el hombre cubre hasta lo más alto del puente de su nariz, con ayuda del cuello de la gabardina sencilla que porta, negra como alas de cuervo, e igual es su pantalón, y unas botas de cuero, esta vez, no llama en nada la atención, a excepción de esa espesa cabellera que danza al son hálito nocturno.**
 
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