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LdyMelin · F
Los chillidos no resultaban un fastidio ahora que podía observar a la criatura en manos de Giselle. Fue como si un manto de tranquilidad cayera sobre la rubia, que sonreía admirando al murciélago, después el rostro de la jóven.

— Tantos intrusos han entrado aquí en el pasado, que mi paranoia crecía por un simple animal.

Melian se aparta, caminando hacia el tocador. Allí tomó un joyero, quitándole las alhajas y teniendo ahora una pequeña caja. Hizo un gesto con la cabeza, acercando el joyero a las manos ajenas.

— Déjalo aquí. Buen trabajo, querida...
 
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