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El tiempo desde su creación no existía para el ángel caído, donde los minutos eran milésimas de segundos. Se veía como un ente que prácticamente no hacía absolutamente nada, más era a vista ciega de otros lo que en verdad hacía; generalmente entre diferentes dimensiones el hacia sus movimientos con sus juguetes o fichas de ajedrez para lograr sus deseos, mientras que en el cuerpo humano se dedicaba a disfrutar de andar de perezoso.

Así fue como despertó en los aposentos de enorme catedral abandonada que hace tiempo había elegido como su lugar de descando en algun lugar recóndito del plano
 

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