¿Tan fácil era traer a la vieja Texas de vuelta?, Lappland apenas y pudo reaccionar, el golpe dio de lleno en su cara provocando rápidamente el enrojecimiento de su pómulo derecho. Retrocedió llevando una mano a la zona golpeada y levantó la mirada hacia ella. —¡Hahaha!! ¿Qué sucede?!, ¿Te he molestado?. La maldita verdad duele... ¿No es así Texas?. Tanto que tu maldito pasado no puede enterrarse. Eres una mentira andante y ellas tarde o temprano descubrirán que eres un monstruo! — Por supuesto que seguía presionando, no se callaria, quería verla de nuevo, a la antigua Texas.
Sus palabras tenían mas filo que sus espadas... La hería... ¿Se merecía que la hiriera? Ninguna de las veces que había demostrado preocupación había sido falsa, pero después sentía miedo... Del pasado, de Lappland, de ella misma. De acercarse tanto que ese fuego abrasador la volvería a consumir inevitablemente, era algo que no se atrevía a decirle a nadie. Ni a Exusiai. También cerró sus puños, y quizás Lappland no estaba equivocada, bastaba mover el hilo correcto para que Texas se convirtiera en el monstruo que jamás dejó de ser. Sus pupilas se dilataron, y a diferencia de ella no se contuvo, usó toda su fuerza para golpear el rostro de la albina con el puño, sin importarle mucho donde caía el golpe.
Se sentía llena de ira, se sentía herida. De todas las personas que podía haber en Rhodes capaces de someter a Lappland con un bozal, jamás lo imaginó de ella. —¿O qué harás, Texas?, ¿Volver a ponerme un bozal para demostrar tu deseo de tener el control? — Se levantó y la miró furiosa, sus puños se cerraban causando heridas en sus palmas. —Ni siquiera controlas tu vida, no controlas quien eres y solamente te ocultas. Me niegas, después pretendes preocuparte por mi y para después darme la espalda. Por ellas. — No podía comprender eso, lo que era pertenecer a un lugar, aúna familia, a la vida de otros. Estaba sola y eso, dolía, la carcomia por dentro junto a esa infección asquerosa. — Así que largate de una vez, tarde o temprano ellas se darán cuenta de quien eres en realidad. Y no será por mi. —
-Frunció el ceño cuando ella se liberó del abrazo, y tomó la correa del bozal. En un solo movimiento de su mano desabrochó el seguro, haciendo que el objeto cayera.- Solo deja en paz a las Penguin, ninguna de ellas tiene la culpa de nada. -No entendía por qué de pronto sentía tanta ira, mejor marcharse de ahí antes de decir o hacer algo imprudente...-
Mantenía su mirada fija en un solo punto de la habitación, no tenía otra opción más que quedarse quieta y aceptar su castigo. –Seguro, no te he cuestionado sobre eso. Ya está hecho y eso lo tengo claro. Ahora me quedaré aquí hasta decidas quitarme esta mierda. –Se removió para volver a darle la espalda, sin querer verla.
... -La observó por un momento antes de soltar un pequeño suspiro y caminar hacia ella, arrodillándose a su espalda para rodearla con sus brazos.- Exusiai y yo a veces hacemos cosas así... Pero es solo eso... No quería hacerte daño. Sabes que en su corazón no hay espacio para nadie más que Mostima. Y el mío... -Bajó un poco la voz, casi sonaba triste.- El mío lo cerré hace tiempo.
Aún con sus orejas abajo se resistía a recibir dicho castigo sin embargo fue el siguiente movimiento de la azabache lo que la hizo desviar la mirada. —Sigue siendo injusto. Tu lo provocaste, tu me provocaste. No sé cuál era el fin de eso, si lo que querías era humillarme con esta cosa espero estés satisfecha. — Murmuró antes de darle la espalda y dejarse caer en la alfombra.
...Le rompiste la blusa a mordidas y no de la manera divertida. Te lo mereces. -Sujeta el cigarrillo entre sus dedos índice y medio y se acerca para dar un beso sobre el bozal.- Acepta tu castigo con dignidad, Lappland.
