Al sentir el frío metal de la espada contra su mejilla fue capaz de reaccionar, su mirada inmediatamente se notó confundida y enseguida frunció el ceño moviendo su mano agresiva para apartar la espada. —No me apuntes con eso...— gruñó apoyando ambas espadas en el suelo para ponerse de pie, jadeó y después inhaló profundamente. Era cada vez más frecuente y de no ser por Texas quien sabe si alguna vez volvería de esa locura. Lappland estaba rota mentalmente, era peligrosa y por eso tanto el esfuerzo para mantenerla controlada al menos dentro de Rhodes. En batalla, era otro tema. —Vamos...— ni siquiera quiso verla a los ojos, camino pasando de ella con la mirada fija al frente. No quería hablar de eso.
-Dije que te levantes.- Movió ligeramente la espada, dirigiendo hacia ella la parte que no tenía filo, la colocó contra su mejilla para ejercer presión. ¿Era ella, o era la Oripathy que la obligaba a comportarse de ese modo?... Era doloroso cada vez que su Lappland se perdía en ese agujero negro, porque nunca sabía si iba a ser capaz de volver. -¿De qué mierda hablas?... La misión aún no termina. Por tercera vez, levántate.- Frunció el ceño y retiró la espada.
-Permaneció quieta en su lugar. Poco a poco su risa resonó, molesta, irritante. - Esa cara, conozco bien esa expresión. ¡Texas! ¡Hahaha!- Levantó su cabeza, la miró con esa expresión sedienta, con la mirada en el borde de su locura pero de un momento a otro esa expresión cambió, como si se tratara de otra persona. -Debería ponerte un espejo, quizás así logres reconocerte. -
