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AngelaZiegler · 31-35, F
Se había colocado nuevamente la camisa, sin importarle si él le miraba de una manera tan desaliñada (solo a sus compañeros les permitía tal cosa), y se dirigió hacia él, contemplando lo que llevaba en las manos.

—¿Qué haces con eso? ¿Te ha inquietado que no fuera con ustedes?
AngelaZiegler · 31-35, F
Estaba encimismada en ese momento para percatarse de la entrada del caballero, pensando en si aquella herida sería un problema después; lo dudaba, no era tan profunda, pero si era demasiado molesta a esa altura, lo suficiente como para tenerle de mal humor y quitarle el apetito. Cuando escuchó finalmente su voz (normalmente podía detectar a quien se acercaba a varios metros), se apresuró a vendar su torso desde la cintura hasta encima de su pecho, dejando el cabello rojo cubrir su espalda desnuda, al menos mientras volvía a acomodarse la camisa holgada interior.

—Ah, eres tú. —Dijo, mientras detenía su celeridad un poco, no tan alarmada, girandose para verle de reojo. —Me preparaba para tomar una ronda nocturna. —Se llevó la mano al costado, solo para corroborar que el vendaje le servía para aplacar la molestia.
[...] entrar? — La pregunta fue un mero formalismo, pues tan pronto terminó de formularla, el caballero ingresó con plena confianza en la tienda de campaña en donde descansaba Tristan. Sostenía en cada mano un cuenco con algo de sopa, vegetales, y carne. No le había visto cenando con los demás.
En los últimos meses tanto viajeros como mercaderes habían tenido que lidiar con los continuos asaltos de un grupo de criminales que se encontraban al norte de la ciudad. En el mejor de los casos las únicas perdidas que había eran materiales: objetos de valor robados, carretas destrozadas, etcétera. En otras ocasiones, mucho menos afortunadas, se habían encontrado cadáveres, e incluso se llegaron a reportar personas desaparecidas, principalmente mujeres.

La gravedad de la situación dejó en claro que no se podía seguir pasando por alto, y por esa razón el rey envió a algunos de sus mejores caballeros, en conjunto con algunos soldados más, para apresar a los culpables de todos esos crímenes.

Quince noches habían pasado desde que montaron el campamento cerca de donde los funestos acontecimientos habían ocurrido. A diario se patrullaban las inmediaciones, buscando cualquier pista o rastro de los asaltantes.

— ¿Puedo [...]

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