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Al salir el primero, lo cubrieron con una pequeña manta y lo acercaron a Liannette, acunándolo sobre su pecho para que le viese por un instante; instante en el que aprovechó para darle un pequeño beso en la frente; aquel bebé era el niño.
El partero cortó el cordón umbilical y luego se llevaron al bebé para examinarlo y limpiarlo. Mientras tanto, de nueva cuenta Liannette volvió a soltar un fuerte grito de dolor, donde sentía un inmenso desgarro por dentro. La sangre brotaba y manchaba las blancas sábanas e incluso la bata, pero no importaba en ese momento, ella soportaba lo más que podía. Apretaba la quijada, afilaba la mirada y veía a su esposo una que otra vez, hasta que de un momento a otro, el siguiente y último bebé salió por completo, repitiendo el mismo proceso que el primero; lo acercaron a Melde y Liannette para que pudieran verlo, le dio un beso en la frente y confirmó, era una dulce y hermosa niñita.
Entonces, los androides se acercaron y quedaron casi alrededor de la pareja. Levantaron las sábanas y las acomodaron las piernas de la fémina de manera que quedaran bien abiertas y con los pies apoyados sobre la camilla. Entre los mismos androides hablaban y se daban instrucciones de que hacer. Examinaron una vez más el cuerpo de Liannette, la cual ya estaba lista, dilatada lo suficiente como para que sus hijos vinieran al mundo.
De otra habitación salió un androide alto, de cabellos rubios y vestido con un traje de médico, blanco, el cual se sentó en un banquillo frente a las piernas de Liannette y con la mirada le dio la instrucción; era momento de empezar a liberar a sus hijos.
La peliblanca tomó con fuerza la mano de su amado y le miró una última vez justo antes de comenzar a "pujar" con todas las fuerzas del mundo, esperando con ello a que el primero de sus hijos saliera a conocer ese bello mundo.
Al sentir a su esposo llegar, abrió lentamente los ojos y le miró fijamente sin decir palabra alguna, soportando ese fuerte dolor al cual, de cierta manera, se había acostumbrado y ya estaba más que curtida en ello. Esbozó una afable sonrisa, mientras hacía muecas de dolor y su rostro estaba empapado en sudor al igual que la mayor parte de su cuerpo.
Por su parte, solo tenía una bata blanca encima y estaba cubierta con una sábana blanca para evitar que su cuerpo quedara expuesto en algún movimiento.
Los androides iban y venían, preparando todo para el acontecimiento, trayendo y llevando cosas de un lado a otro, sin hacer nada de ruido, pues no querían molestar a la pareja. Más un androide se acercó a la emperatriz, levantó la sábana y miró entre sus piernas, hundiendo sus dedos en su intimidad para ver si ya había alcanzado la dilatación correcta.
— Falta poco — Mencionó la androide.
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SaintGermain · 31-35, M
[...] se hallaba sudado, jamás se había sentido tan nervioso como aquel día en su juicio hasta hace ya algún tiempo atrás.
Impresionado aún como con el primero, el segundo bebe había sido una niña. Aún le costaba creer que finalmente conocía a sus primeros hijos. Estaban sanos, o eso parecían; gozaban de una inmensa energía pues eso se veía en el llanto que emitían. — Lo lograste, Lia, ya están ambos con nosotros. — Espetó en un tono conmovido, acariciando la frente de su esposa, y mirándole con ternura. Así mismos usó un paño para secar algo del sudor que se encontraba en su rostro en delicados movimientos.
Impresionado aún como con el primero, el segundo bebe había sido una niña. Aún le costaba creer que finalmente conocía a sus primeros hijos. Estaban sanos, o eso parecían; gozaban de una inmensa energía pues eso se veía en el llanto que emitían. — Lo lograste, Lia, ya están ambos con nosotros. — Espetó en un tono conmovido, acariciando la frente de su esposa, y mirándole con ternura. Así mismos usó un paño para secar algo del sudor que se encontraba en su rostro en delicados movimientos.
SaintGermain · 31-35, M
Pronto iniciaron, entre pujidos, jadeos y gritos desgarradores, aquél se limitó a observar, mientras sostenía la mano de su amada, quien notablemente aguantaba aquel sufrimiento que implicaba el traer a este mundo aquellos pequeños que luchaban por ser el primero en salir. — Lia, mi amor... tu puedes, vas muy bien. — decía animándola.
Finalmente, salió el primero, escuchó aquel llanto al salir. — Ya está aquí. — Mencionó emocionado, como si informase a su esposa que no faltaba mucho para terminar, aunque ella ya lo sabría. Maravillado por el hecho de ver a un niño salir, volvió a mirarla, así como observó como uno de los androides se aceraba con el niño en brazos a acercarlo a la madre por un instante, pues aún faltaba al siguiente.
Pronto los gritos se reanudaron al entrar en labor de parto, anunciando la llegada del segundo bebé. Estaba aún nervioso, tanto que no le importaba el calor que hacía generado por el momento. Su rostro [...]
Finalmente, salió el primero, escuchó aquel llanto al salir. — Ya está aquí. — Mencionó emocionado, como si informase a su esposa que no faltaba mucho para terminar, aunque ella ya lo sabría. Maravillado por el hecho de ver a un niño salir, volvió a mirarla, así como observó como uno de los androides se aceraba con el niño en brazos a acercarlo a la madre por un instante, pues aún faltaba al siguiente.
Pronto los gritos se reanudaron al entrar en labor de parto, anunciando la llegada del segundo bebé. Estaba aún nervioso, tanto que no le importaba el calor que hacía generado por el momento. Su rostro [...]
LVss1536759 · F
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Al salir el primero, lo cubrieron con una pequeña manta y lo acercaron a Liannette, acunándolo sobre su pecho para que le viese por un instante; instante en el que aprovechó para darle un pequeño beso en la frente; aquel bebé era el niño.
El partero cortó el cordón umbilical y luego se llevaron al bebé para examinarlo y limpiarlo. Mientras tanto, de nueva cuenta Liannette volvió a soltar un fuerte grito de dolor, donde sentía un inmenso desgarro por dentro. La sangre brotaba y manchaba las blancas sábanas e incluso la bata, pero no importaba en ese momento, ella soportaba lo más que podía. Apretaba la quijada, afilaba la mirada y veía a su esposo una que otra vez, hasta que de un momento a otro, el siguiente y último bebé salió por completo, repitiendo el mismo proceso que el primero; lo acercaron a Melde y Liannette para que pudieran verlo, le dio un beso en la frente y confirmó, era una dulce y hermosa niñita.
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Sus labios nuevamente se apretaron entre si al momento de "pujar" de nueva cuenta, sentía el cuerpo adolorido, no había querido anestesia para aquello, sabía que podía controlarlo y soportarlo, más de un momento a otro abrió sus ojos de golpe, viéndose como sus ojos se habían vuelto dorados, dejando entrever que su lado wurm había despertado por un momento para hacerse cargo de la labor tan dolorosa; al ser una criatura fuerte y dominante, se dejó llevar por ello, ladeó la cabeza y se dejó besar por su amado conyugue.
Por parte del que era el "partero", mantuvo examinando a cada momento a Liannette, dándole las instrucciones con la mirada. Poco a poco se veía como la primera cabecita se asomaba. Y de un momento a otro, el primer bebé salió.
Por parte del que era el "partero", mantuvo examinando a cada momento a Liannette, dándole las instrucciones con la mirada. Poco a poco se veía como la primera cabecita se asomaba. Y de un momento a otro, el primer bebé salió.
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SaintGermain · 31-35, M
"Finalmente los conoceremos... no puedo aguantar la emoción, Lia." Replicó, era una extraña mezcla entre miedo y felicidad, con una pizca de emoción al ver que estaban en el punto en el que conocerían finalmente el resultado de su amor y unión.
Viendo que sus ojos se cerraron y su rostro adquirió un color tan intenso de rojo, no entró en pánico ya estaban por empezar, así como los demás androides aglomerados a su alrededor. La llegada de aquel androide llamó su atención estimando que éste era el que se iba a encargar de dirigir el parto.
Sintiendo el duro apretar de la mano de su esposa, éste empleó su otra mano par así reafirmar su permanencia con ella. Regresó su mirada hacia ella, y en un impulso para dar un corto beso a sus labios y un segundo beso a su frente, esos cargados con cariño y esperanza de que todo saldría bien. "Te amo, Liannette".
Viendo que sus ojos se cerraron y su rostro adquirió un color tan intenso de rojo, no entró en pánico ya estaban por empezar, así como los demás androides aglomerados a su alrededor. La llegada de aquel androide llamó su atención estimando que éste era el que se iba a encargar de dirigir el parto.
Sintiendo el duro apretar de la mano de su esposa, éste empleó su otra mano par así reafirmar su permanencia con ella. Regresó su mirada hacia ella, y en un impulso para dar un corto beso a sus labios y un segundo beso a su frente, esos cargados con cariño y esperanza de que todo saldría bien. "Te amo, Liannette".
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Entonces, los androides se acercaron y quedaron casi alrededor de la pareja. Levantaron las sábanas y las acomodaron las piernas de la fémina de manera que quedaran bien abiertas y con los pies apoyados sobre la camilla. Entre los mismos androides hablaban y se daban instrucciones de que hacer. Examinaron una vez más el cuerpo de Liannette, la cual ya estaba lista, dilatada lo suficiente como para que sus hijos vinieran al mundo.
De otra habitación salió un androide alto, de cabellos rubios y vestido con un traje de médico, blanco, el cual se sentó en un banquillo frente a las piernas de Liannette y con la mirada le dio la instrucción; era momento de empezar a liberar a sus hijos.
La peliblanca tomó con fuerza la mano de su amado y le miró una última vez justo antes de comenzar a "pujar" con todas las fuerzas del mundo, esperando con ello a que el primero de sus hijos saliera a conocer ese bello mundo.
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No había ya nada que temer y ni siquiera la gota del dolor más profundo que podía sentir despegaban la mirada de la fémina del rostro de su amado esposo. Le miraba con tranquilidad, con atención, con ese brillo único que las mujeres tienen cuando están en cinta; con ese dulce mirar con el que le decía "Finalmente los veremos, la espera traerá sus frutos. El fruto de nuestro amor y unión."
Por un momento cerró los ojos, sentía como su cuerpo se estaba partiendo en mil pedazos y entonces soltó un fuerte grito con el que avisó que los bebés ya estaban cerca, ya estaban por llegar a este mundo. Ahogó un nuevo grito al apretar sus labios y contener su respiración, dejando que su rostro se enrojeciera por completo, no importando nada más que aguantar.
Escuchó la voz de su esposo, esas palabras que le dedicaba y, a pesar de querer verlo, el dolor cada vez iba en más aumento.
Por un momento cerró los ojos, sentía como su cuerpo se estaba partiendo en mil pedazos y entonces soltó un fuerte grito con el que avisó que los bebés ya estaban cerca, ya estaban por llegar a este mundo. Ahogó un nuevo grito al apretar sus labios y contener su respiración, dejando que su rostro se enrojeciera por completo, no importando nada más que aguantar.
Escuchó la voz de su esposo, esas palabras que le dedicaba y, a pesar de querer verlo, el dolor cada vez iba en más aumento.
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SaintGermain · 31-35, M
[...] Le regaló la más dulce de las sonrisas a su amada Liannette, como un silencioso consuelo, no hacían falta las palabras, tan solo el silencio para comunicarle que éste no se apartaría de ella. Así mismo, su mirada se centraría en la de ella "Sólo mírame a mí y nada más..." Repitió a través del pensamiento hacia ella, pues sabía que le escucharía.
SaintGermain · 31-35, M
Tras cruzar la puerta el laboratorio, lo primero que sus ojos habían peleado por encontrar fue su esposa, con quien se apresuró a estar a su lado. Parecía pasar por bastante dolor al ver su mera expresión y demás signos.
Aquel, ofreció su mano a su amada para que le sostuviera en un signo por mostrar su apoyo y compañía durante aquel doloroso instante; "Aquí estoy contigo." Pensaba. Sabia que la labor de parto era tan dolorosa como el sentir que se partía el cuerpo desde el interior. Ya había ayudado anteriormente a algunas mujeres en tal proceso, por lo que podía entender tan martirio.
Por un instante desvió su mirada, supervisaba los utensilios que emplearían al igual que las computadoras que se encontraban cercanas, buscando por los signos vitales y la condición de su cónyuge. Quería asegurarse de que no hubiese fallos en el alumbramiento. [...]
Aquel, ofreció su mano a su amada para que le sostuviera en un signo por mostrar su apoyo y compañía durante aquel doloroso instante; "Aquí estoy contigo." Pensaba. Sabia que la labor de parto era tan dolorosa como el sentir que se partía el cuerpo desde el interior. Ya había ayudado anteriormente a algunas mujeres en tal proceso, por lo que podía entender tan martirio.
Por un instante desvió su mirada, supervisaba los utensilios que emplearían al igual que las computadoras que se encontraban cercanas, buscando por los signos vitales y la condición de su cónyuge. Quería asegurarse de que no hubiese fallos en el alumbramiento. [...]
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Al sentir a su esposo llegar, abrió lentamente los ojos y le miró fijamente sin decir palabra alguna, soportando ese fuerte dolor al cual, de cierta manera, se había acostumbrado y ya estaba más que curtida en ello. Esbozó una afable sonrisa, mientras hacía muecas de dolor y su rostro estaba empapado en sudor al igual que la mayor parte de su cuerpo.
Por su parte, solo tenía una bata blanca encima y estaba cubierta con una sábana blanca para evitar que su cuerpo quedara expuesto en algún movimiento.
Los androides iban y venían, preparando todo para el acontecimiento, trayendo y llevando cosas de un lado a otro, sin hacer nada de ruido, pues no querían molestar a la pareja. Más un androide se acercó a la emperatriz, levantó la sábana y miró entre sus piernas, hundiendo sus dedos en su intimidad para ver si ya había alcanzado la dilatación correcta.
— Falta poco — Mencionó la androide.
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