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SaintGermain · 31-35, M
Con firmeza tomó la mano contraria al entrelazar sus dedos, mientras su piel se erizaba como reacción al tacto del pulgar que recorría su mejilla. Una gran calma venía a él cada que estaba con ella, una paz tan agradable que sólo podía compararse al estar en la cima de la más alta montaña nevada y contemplar al mundo a sus pies, y con sólo estirar su mano, tocar el cielo.

— Te amo, Lia. ~
Correspondió de igual forma a ese dulce y cálido beso, disfrutando de la cercanía con su amado. Llevó la diestra hasta su mejilla, la cual acarició con el pulgar, mientras la siniestra buscaba la mano contraria de su amado y al encontrarla, entrelazó los dedos con los de él.

— Te amo, Melde.
SaintGermain · 31-35, M
Era como un sueño, así mismo era bastante cálido aquel momento en que recibía cada gesto de amor de parte de su amada. Con una mirada casi neutral recibía aquellos besos, sin embargo al sentir el último beso sobre su nariz, fue el gesto que hizo enrojecer aquellas mejillas.

No tenía palabras a responder, tan solo abandonar la comodidad del pecho femenino para acercar su rostro al ajeno para deleitarse del néctar de sus labios con un suave beso.
Con sus brazos rodeó el cuerpo de su amado, acunándolo entre ellos y acurrucándolo en su pecho. Recibió el beso y lo correspondió del mismo modo, para después darle uno en la frente y otro más en la punta de su nariz.

— Y yo amo cada partícula, cada célula que conforma tu cuerpo. Amo tu ser, tu alma, tu espíritu. Cada cosa que haces, dices o piensas. Amor de mi vida.
SaintGermain · 31-35, M
No hubo demora hasta llegar con ella, colocándose a su izquierda hasta que no hubo más distancia que recorrer. Sus brazos le rodearon desde la cintura; acercó su rostro al ajeno para regalar un suave beso en los labios.

— Amo todo de ti, amo y anhelo todos tus besos que se tatúan en mi alma; amor de mi vida.
— En mi alma, en mi corazón. Por todo mi cuerpo y mi pensamiento. Amo y añoro tus besos, mi vida.

Extendió los brazos al costado, para que se acurrucara en ella, para poder brindarle el más tierno de sus abrazos y poder disfrutar de la compañía del hombre que había elegido, del hombre que amaba y con quien deseaba quedarse eternamente.
SaintGermain · 31-35, M
Arrastró sus manos y rodillas sobre aquella cama y las sabanas, en lugar de rodearla y llegar hasta ella, parecía un perrito que seguía las órdenes de su amo, totalmente anonadado y preso de la pasión y amor que sentía por Lia.

— Y pienso reclamarlos, preciosa... todos y cada uno de ellos, que se incrusten en mi piel, tantos como desees, pues los míos han de grabarse en tu alma.
— Entonces acércate, cariño. Que quiero llenarte de esos besos que solo están hechos para ti.
SaintGermain · 31-35, M
— Una invitación de tu parte, amor mío... Es imposible de rechazar.

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