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Leon es un chico con una forma de ser bastante peculiar, que odia hablar sin tener conocimientos previos de un tema en concreto, por ello es muy responsable y dedicado a la hora de estudiar. Todo su conocimiento a la hora de comentar temas, habla con mucha pasión y fluidez. Totalmente fiel a sus ideales y a lo que cree que es correcto. A lo que concierne el trato hacia los demás, ya que por lo general se lo muestra muy dócil, bastante alegre, adorable, tranquilo y abierto a dialogo, o al menos eso quiere aparentar, ya que en el fondo es un sujeto con muchos fantasmas y dolor que cada día va en aumento.

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Cuenta la historia que un niño fue concebido con la unión de un monarca dragón y una mujer humana, por casualidades del destino la mujer falleció en medio del parto, dejando a un pequeño sangre de dragón a su suerte.
Leonhard, un pequeño que fue criado desde su nacimiento por una pareja de humanos que estaban de paso por el Desierto del Penitente. Creció dentro de una familia de 10 hermanos, siendo él el más pequeño de todos. Ayudó hasta donde pudo, pese a que vivían en una situación muy precaria. Realizando todo tipo de trabajos, desde los quehaceres de la casa, hasta lustrar zapatos y armaduras en Reidgotaland, todo para traer un plato de comida a la mesa.
Por otro lado se enfocó en aprender las cosas que se le asignaban sus hermanos, desde leer y escribir, pelear con palos, así como también a tocar el arpa rústica y a ejercitar su voz desde los 4 años de edad.

Su vida fue relativamente normal hasta que la pubertad llegó y los cambios comenzaron a hacerse notar. Escamas salieron alrededor de su cuerpo y debido a esto su piel empezó a quebrarse. De vez en cuando su garganta sufría de ataques de sed al punto de quemarse y expulsar fuego en situaciones muy extremas. Comenzó a generar un extraño gusto por cazar y la comida cruda, así como también su fisionomía cambió tan drásticamente que sus huesos además de alargarse podían contorsionarse de formas sumamente anormales, sin siquiera lastimarle.
Eso evidentemente asustó a todos, lo que generó un rechazo inmediato de su familia, aunque al principio trataban de comprenderlo, terminó por sufrir abusos y maltratos por su parte, en especial de su madre adoptiva, quien desde muy temprana edad no lo quería, aún así no puede asimilar un odio hacia ella por la razón que fue la única persona quien le "cuidó" hasta la actualidad.
Huyó a Vanglor para iniciar una nueva vida, pero con el miedo de ser rechazado se marginó a si mismo por un tiempo. Hasta que finalmente conoció a un Sargento de los Berserkers, quien por casualidades del destino había ensuciado su armadura y el pequeño Leonhard le ayudó a limpiarla.
Desde ese momento su vida cambió, ya que mediante pasó el tiempo, tuvo más encuentros con ese Sargento, quien claro hablaba siempre de su trabajo, contando anécdotas e incentivando al muchacho para no dejarse caer por sus problemas. Eventualmente aspiró a ser como aquel hombre y apenas tuvo la mayoría de edad, se enlistó en las fuerzas militares donde allí poco a poco fue encontrando su lugar, conociéndose a si mismo, aprendiendo a pelear y sobre todo controlando sus poderes naturales como sangre de dragón.

Sin embargo algo resaltaba demasiado en él y eran sus ojos heterocromáticos cuales llamaron la atención de todos, a tal modo que el rumor se extendió por todo el reino, llegando a oídos del monarca de Dragunov, rey y padre de los dragones rojos quien tuvo la curiosidad de conocer a esa fascinante criatura, aunque tras dar con él el parecido entre ambos era muy claro. Un padre reconocería donde sea a sus hijos, aunque su rey tenía esa mala fama de elegir humanas para su diversión y desecharlas ya que sabía que ninguna podría engendrar a ninguno de sus hijos, pero tal parecía que Leonhard era la excepción.

Luego de tal acontecimiento, el muchacho fue trasladado a Dragunov para vivir como todo noble con derechos, aunque él no estaba tan convencido al respecto ya que decidió permanecer dentro del escuadrón real de su padre para servir como uno más. Nadie podía decirle que no ya que, sus decisiones eran tan absolutas como las palabras del rey de Dragunov.