— Quisiera conocer un poco más esta ciudad. Me he dado cuenta que no la he recorrido como se debe y llevo casi un año viviendo aquí — Apresó la otra mano de Icelyn con la suya, un tacto delicado, pues no quería incomodarla — ¿Me acompañas? Prometo no parar a comer ramen —
—A donde fuera —respondió sin dudar, carraspeando poco después como si quisiera recuperar la compostura. —¿Hay algo que quieras hacer ahora? Algún sueño. Al fin volviste así que... Tratemos de realizar tus sueños.
A raíz del comentario y la reacción no estoica (que usualmente Icelyn le mostraba si él se atrevía a acercarse de más) Leo sonrió de par en par. — ¿Tal vez? ¿A dónde irías conmigo? —
—No creo ser una niña —respondió, contrariada por el súbito cambio de papeles, donde antes ella era la adulta y él el chiquillo; sin embargo, no pudo evitar sostenerle la mirada y sentir calidez en su interior ante el tacto. Algo muy distinto a lo que usualmente sentía cuando la tocaban. —Pero... Si fuera una niña, tal vez me fugaría contigo. Tal vez.
— A veces — Deslizó el pulgar en su mejilla, sembrando una caricia suave, cariñosa. — Temo que todos seguimos siendo niños a nuestra manera. Para mí, eres la niña más bonita del mundo —
