— De acuerdo. — Antes de irse, guardó el pastel en la caja blanca donde lo mandaron. Todos los años se componen de la misma rutina: celebraciones fallidas por parte de Aiden —su papá—; pasteles de cubierta exageradamente fina, con frutillas y toda clase de frutos inusuales pero decorativos. ¿La respuesta de Leo a esos festejos? ‘Gracias, pero no tengo hambre’. Y así los pasteles pasan a mejor vida.

Deja la caja en el frigorífico. Se dirige al cajón y extrae un pequeño cuchillo con mango de madera, el cual ofrece a Icelyn una vez retorna a ella. — Aquí tienes. Es la primera vez que veo uno de esos. Un... ¿pastel helado? —

Lo soltó al pasar unos segundos y palmeó después el hombro masculino como usualmente haría para felicitar a alguien; Leo y Katara eran los únicos con los que Icelyn bajaba levemente la guardia, los consideraba cercanos después de todo. — Katy-Kat no es una persona que suele celebrar sus cumpleaños, le doy libertad para que venga cuando le plazca. ¿Puedes ir a la cocina por un cuchillo mientras yo abro esto?

Leo imaginaba que los abrazos de Icelyn harían honor a las primeras tres letras de su nombre pero, ¡vaya! Estaba equivocado. Se deja envolver en calidez y tranquilidad que ofrecen sus brazos. Lo disfrutó, realmente. — Gracias, Icelyn... Es una coincidencia colosal. Deberías pasar este día tan especial con ella, ¿no crees? —

— Podemos guardarlo y comer este helado que traje para ti, algo me dice que no te apetece mucho el pastel. —Tras dejar la caja en la mesa, Icelyn avanzó hasta Leonard y, pese a odiar el contacto físico, le dio un abrazo genuino y tierno. — Feliz cumpleaños, Leo, sé que es un cumpleaños lejos de tu hogar pero espero eso no impida que lo pases lo mejor posible. Irónicamente, tu cumpleaños es el mismo día que el de mi hermanita.

— No lo compré. Papá lo mandó. — Por ello el pastel sigue intacto. La relación de ‘padre e hijo’ no es buena, especialmente luego de juzgarlo loco por el don que tiene. — Si quieres probarlo, adelante. Se ve bueno. —

— Compraste un pastel... Y me dijiste à mí que no lo hiciera. —Llegó con una caja que contenía una pequeña vienetta, pensando que le agradaría más que el pastel.