Esas palabras hacían que en su corazón se clavaran miles de espinas, suspiró y únicamente asintió acariciando su espalda en un suave vaivén de sus dedos. No había nada que pudiera hacer y eso algunas veces resultaba muy doloroso. — No eres un monstruo... — fue lo único que reprochó antes de sus tener con mayor fuerza a su amada.
Sabía que a Lynn le dolía que dijera cosas como esas, pero, ¿Qué más podía hacer? Había sido criada como un monstruo y estaba segura que un día moriría como uno, que navegaría en el infierno condenada al lado de los pecadores. Se dejó llevar por ese abrazo, rodeando la cintura de la pelirroja para sujetar su pequeño cuerpo. —Eres lo más cerca que estaré del cielo, Lynn... Soy lo que soy, eso ni tú ni yo vamos a poder cambiarlo.
—Se que algún día pasará, deja de pensar que eres una especie de ser sin sentimientos... No eres un arma, eres mi amor. — Murmuró rodeandola con sus brazos, apoyando su cabeza sobre la ajena.
— Lo se... Pero podemos trabajar en eso, para hacerlo diferente... — se acercó a ella tomando su rostro para hacer que la mirará, acarició sus mejillas suavemente y le sonrió. — Toca para mí, dedicame una melodía... Por favor.
