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*Nada más comenzar su viaje, a él y sus tres compañeros les habían sido asignadas misiones diferentes. Al parecer todo había sido producto de las relaciones de su padre, que creía que debían tener una misión en solitario como una especie de simulación para cuando solo dependieran de sí mismos. En ese momento el príncipe no lo entendía, tan solo quería llegar a Altissia lo antes posible para cumplir su propósito de encontrar a la princesa Lunafreya y realizar aquello por lo que había salido de Insomnia en primer lugar.

Fue quien se quedó con el vehículo que los cuatro usaban para continuar con su viaje, el Regalia, prestado por su padre. Esto era debido a que era quien había sido asignado a ir más lejos, y le costaría demasiado solo ir caminando. Conducir no era una tarea difícil o problemática para él, no al menos hasta que su objetivo de caza apareció en un lugar inesperado. Todo un grupo de daemons cortaban el paso por la carretera, y para cuando pudo verlos casi fue demasiado tarde, lo que hizo que tuviera que frenar apresuradamente y derrapar dejando la huella de las ruedas impresa en el asfalto*

¡Mierda! ¡Pero qué!...

*Para su suerte había logrado frenar a un poco de distancia del grupo de monstruos con aspecto de perros o tal vez, mejor dicho, de hienas. Sin embargo ese imprevisto no había sido de su agrado y se le pudo notar en su ceño fruncido. Se dispuso a bajar del vehículo, cerró la puerta del mismo y con un movimiento de sus manos materializó de la nada sus armas, esta vez siendo dos dagas ligeras y rápidas. Quería terminar con ese trabajo lo antes posible. Sin más se lanzó a atacar al grupo de daemons, recibiendo algún que otro rasguño en medio de la pelea ya que le superaban por bastante en número. Esa contienda no le preocupaba, no hasta que escuchó el sonido de una nave del Imperio de Niflheim sobrevolar por encima de él. Esta nave había frenado muy cerca, y frente a eso el pelinegro optó por buscar seguridad, abandonando la lucha con los daemons y buscando una roca grande en el entorno tras la que esconderse. Conforme él hizo esto, de la nave comenzaron a caer aproximadamente veinte soldados Magitec, cada uno de ellos armado con un arma de fuego. El príncipe los observaba desde su escondite, pensando cómo superar la situación*

Tch, perfecto... ¿Cómo se supone que me encargue de todos ellos ahora? Eres un genio, viejo...

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