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LBJs1581135 · 26-30, F
No pudo evitar bromear al respecto, pero la situación le parecía absolutamente cómica, ¡y por supuesto que lo era! Después de todo, el Dr. Bonnat debía lidiar con decenas de enfermeras semanalmente, y seguro no se sabía el nombre de todas. No notaba en lo absoluto las torpezas en el Doctor, le parecía que era articulado y caballeroso, y que el querer tomar responsabilidad por su propia torpeza sólo era parte de lo mismo; estaba absolutamente conmovida y agradecida. Y en su contemplación, había olvidado, torpemente, decir su nombre. Se tuvo que volver a morder el labio inferior, y su rostro se constriñó por la vergüenza consecuente a la realización de ese hecho, encogiéndose de hombros.
—Por poco y quedo siendo la enfermera del suéter manchado...
Musitó entre una risilla, y enseguida pasó el café a la siniestra, y estiró la diestra hacia arriba, pues seguía sentada al borde de aquella banca.
—Layla, mi nombre es Layla.
Espetó, con la sonrisa más amplia y sincera que poseía
—Por poco y quedo siendo la enfermera del suéter manchado...
Musitó entre una risilla, y enseguida pasó el café a la siniestra, y estiró la diestra hacia arriba, pues seguía sentada al borde de aquella banca.
—Layla, mi nombre es Layla.
Espetó, con la sonrisa más amplia y sincera que poseía
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