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El remanso de un buen día de trabajo. 🌚
 
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JamesLautrec · 36-40, M
Mencionaba aquello a la par de que alzaba ligeramente el rostro y, por ende, le buscaba la mirada. Sin la intromisión de la pena ni las prisas, era entonces que parecía darse de cuenta de otras cosas más allá del no saber cómo se llamaba aquella mujer. La había visto varias veces ya, habían cruzado un par de palabras, habían compartido habitación. Había visto como era con quienes la necesitaba, pero se percataba de que jamás la había mirado a los ojos.

El recuerdo de aquella voz parecía un eco vago y distante entre las pocas memorias que tenía de ella en estos meses, contrastando sustancialmente la delicada fuerza con la que ahora sus palabras hacían dulce presencia. Era como si nunca la hubiera escuchado. Ni como si alguna vez se hubiera detenido a mirar la composición de sus facciones en el canvas de la piel de su rostro, ni cómo estás fluían con armonía en cada expresión que tenía, fuera de pena o alegría, encuadrada esa cara en una melena castaña, abundante y gentilmente caótic
 
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