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LBJs1581135 · 26-30, F
Eso meditaba mientras le veía caminar hacia su auto, y sus pensamientos cesaron cuando le vio detenerse, reprocharse algo, y girarse para avanzar en su dirección con un pañuelo en la mano. Sus ojos, curiosos, fueron hacia el pañuelo, ¡uno de tela! Y eso le arrancó otra sonrisa honesta, aunque la timidez devino del hecho que regresaba para ofrecerle algo que la ayudara a cubrir los rastros de su torpeza, y se encogió de hombros, mordiéndose el labio inferior, y frunciendo el ceño, reflejando un retraimiento natural y cómico.
—Ah, no es necesario, qué pena...
Musitó, casi negándose, pero al verle frente a ella, ofreciéndole ese pañuelo, sintió que estaba mal rechazarle tal amabilidad. La caballerosidad ajena la conmovía, pues parecía de otra época, y volvió a morderse el labio inferior, claramente uno más de sus tics, y subió la mirada, junto con una de sus manos, para tomar con timidez el pañuelo.
—Ah, no es necesario, qué pena...
Musitó, casi negándose, pero al verle frente a ella, ofreciéndole ese pañuelo, sintió que estaba mal rechazarle tal amabilidad. La caballerosidad ajena la conmovía, pues parecía de otra época, y volvió a morderse el labio inferior, claramente uno más de sus tics, y subió la mirada, junto con una de sus manos, para tomar con timidez el pañuelo.
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