Esos pequeños pero devastadores impulsos era lo que despertaba el signo de fuego en ella, en ningún momento se pensó que saldría de una punta a otra en su búsqueda al saber que estaba mal, ¿qué tan herido podía estar?, ¿le molestaría que se preocupase tanto? o que. . . ¿lo que ella sentía lo abrumara?, todas esas líneas pasaron por su cabeza en una milésimas de segundos antes de escuchar la voz que la invitaba a entrar. Su pulso temblo por un momento al poner la mano en el pomo ¿por qué esta cobardía de repente?:— Sea lo que sea, aquí estoy.—Respiro hondo para cruzar el arco de la puerta mientras aún sostenía el botiquín:— Cuéntame ¿qué ha pas—. . . —Verlo tan herido la descompuso, no obstante el gemido de los cachorros no paso desapercibido, no sabía que preguntar primero.

Razón para hacerlo. —

Había caído en los impulsos del león, desde su despertar no hacía más que causarle conflictos innecesarios, pero aquella riña fue diferente, podría pasar por alto lo que fuera e ignorar conductas que él determinaba estúpidas y cotidianas de las personas, no fue hasta que unos sujetos comenzaron a molestar a unos cachorros y lastimarlos, ¿cómo se supone iba a ignorar algo así?
Terminó por unirse a la pelea sin importar que fuera él contra ellos y sabía que iba a ser devastador. De milagro había podido salir victorioso más no ileso por completo, claro que ahora con sus características sobrehumanas le ayudaban pero eso no disminuiría el dolor. Llevo a los canes con él a casa y sin percatarse del bullicio camino con la caja en mano.
— Mierda… — Exclamó viendo las heridas abiertas y buscando torpemente su equipo de sutura. Hasta que una voz conocida le hizo detenerse, era ella. Emma, ¿qué pensaría de verlo tan débil?
— Está… abierto.. Emms. Te advierto que, esta vez tuve una buena ra

Como de costumbre se escuchaba un rumor de una pelea y como no, ella intuía muy bien quien no iba a callarse ni por un momento para defender sus ideas o directamente silenciar a algún idiota. Subió las escaleras hacía el departamento del rubio junto a un pequeño botiquín que sostenia entre sus brazos:— Tiene que ser él. . . "un rubio grande con aspecto de león", no me cabe duda que es Dan. —No sabía si estar enfadada o preocupada que ni el aliento podía controlar con normalidad, ya que deseaba llegar a su puerta:— ¡Dan!. —Fue lo que logro decir apenas dio unos pasos para llegar finalmente a la morada:— Sé que estás ahí, abre, soy Emma.