La tomó desprevenida, cuando sus manos fueron guiadas a los cuernos de Helel se quedó congelada, no quería obligarla a hacer esas cosas así que aunque hubiese cumplido ese capricho infantil, Lemuen apartó sus manos de sus cuernos y sujeto suavemente a Helel de sus mejillas. — Es la prueba de que salvaste mi vida, ha sido un cambio drástico así como lo de mis piernas. Pude perder mucho más ese día y tú hiciste todo lo posible porque no fuera así. — no sabía si decir eso podría ayudar pero deseaba hacérselo saber.
Se dio cuenta de lo que había provocado. Mostima podía ser una imbécil arrogante, pero tampoco tan mierda como para no darse cuenta de que estaba siendo dura, sobre todo despues de todo ese tiempo de separación. Tomó ambas manos de su ángel y las llevó hasta sus cuernos, haciendo que sus palmas se posaran en ellos. —La verdad es que no me agradan tanto.— Confesó, agachando la mirada.
Desistió con el tema de los cuernos, supo que estaba siendo un poco molesta debido al tono de voz y esa expresión tensa en la caída. Lemuen solo suspiró, bajó sus manos apoyándolas sobre sus piernas y apartó la mirada sin decir nada más.
—En ese caso puedo darte consentimiento para que toques otras cosas, pero deja los cuernos en paz.— Rara vez hablaba en serio, no pudo ocultar su tono de voz.
