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—¿Medicinas? ¿Qué tienes? ¿De que estás enferma? — tomo una de sus manos para dejar la caja en esta. —Es tuyo, puedes hacer lo que desees con él. — no aparto el agarre sino que al contrario, acercó sus pasos lentamente como si estuviera tratando con un pequeño gato asustado. —Novio, tengo que conocerlo. — pensó en muchos tipos de tortura para el fulano que estuviera con su hermanita, el secreto quizá no tan secreto que tiene Kyoko es su sadismo por el sufrimiento ajeno. Vaya familia.
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— Soy feliz... Sí. ¿Vivo bien? Pues trabajo para vivir, tomo mis medicinas siempre y tengo un novio. Pero ahora que sé que tengo una hermana...

Se quedó observando el collar, sus ojos de maldito gato buscando lo brillante centellearon por unos segundos, aún así mantuvo la compostura tanto como pudo.

— ¿Es para mí?
—...— no se lo creyó, no por él entrenamiento que al que se había autosometido, sino porque su instinto así lo dictaba, su "hermanita" es todo lo que no se ve. Suspiro un poco recobrando la compostura. Le tengo una pequeña caja, en la que había un collar con un pequeño dije en forma de grulla de origami, solo que está era de oro. La pelirroja tenía una igual oculta por debajo de esa ropa oscuro y poco llamativa. —Kyoko Murakami... ¿Vives bien? ¿Eres feliz ? — había ensayado durante meses esa conversación pero ahí estaba, ahora soltando lo primero que pasaba por su mente. Seria otra larga noche de insomnio.
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— Así que de eso se trata. — De verdad hizo como que entendió, Ruuko era buena para mentir. Ruuko siempre era dominante, atrevida y mentirosa. Dedicó una sonrisa media, evitando el tema de tener más familia. Peor aún el de que su madre estuviera muerta, pues no lograba ni recordar su rostro.

— Alguien me adoptó, mi nombre es Ruuko Sawajiri... Pero no sabía que alguien más me buscaba.

Una punzada le recorrió la cabeza, suerte que se había tomado sus medicinas a tiempo.
—Creo que fui demasiado directa ..— maldijo dentro de si todavía observando a la chica que es totalmente igual a su difunta madre. Por el contrario Kyoko siempre fue más como su viejo, fría, distante. Los últimos años de había esforzado por cambiar eso ya que el peso de la Yakuza ahora caía sobre sus hombros y estaba cambiando con el protocolo. Cosa en la que ahondaremos después. Justo cuando pensó que no la encontraría, ya daba todo por perdido pero pudo llegar a ella a través de un bastardo que piensa se aprovechó de la "inocencia " de su hermanita, eso era lo que creía la pelirroja. —Si así es. Nuestra madre ya murió pero todavía estoy yo.. sería tu hermana mayor.. mmh. Terrorífico lo sé. — trato de sonreír de forma tranquila, pero estaba echa un manojo de nervios que supo disimular bastante bien gracias a sus gestos poco expresivos.
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Se quedó observándola. Cómo si la confusión de lo que acababa de decir le había llegado de tope a la cabeza. No solo eso, ella venía a buscar a la persona original ¿Quién era? ¿Qué quería de Ruuko? Se trataba de ella, sí. No de Roxy o Marianne, tampoco acerca de esa otra chica que siempre estaba ensimismada en su propio mundo.

Parpadeó, intentando recordar la compostura. — Entonces... ¿Dices que tengo familia aparte del hombre que me dió un apellido?

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