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Kurai · M
Pronunció el nombre con deseo mal disimulado; aunque tampoco podría fingir demasiado, menos con su hombría presionando de manera insistente contra el trasero de su pareja. La llamó, tan solo por oírse a sí mismo clamando por su hembra y sentirla retorcerse bajo el embrujo de su voz grave; pues, sabía, si había algo que lograba hacer estremecer lo más profundo de Nüwa, era oírlo hablarle con lascivia, llamarla y reclamar lo que le pertenece.
—Mi Nüwa. —Acotó, antes de que el sonrosado pezón recibiese la atención que tanto reclamaba con su dureza. Comenzó a frotarlo entre sus yemas, con la misma delicadeza que demostraba en sus empujes: es decir, ninguna, con la confianza de saber que podía hacer con el cuerpo de la diosa lo que se le antojase.
—Mía. —Repitió, como si no le bastase con todo lo que hacía para remarcar que ella es de su propiedad. —Gime para mí. Hazme saber cuánto deseas que te monte aquí y ahora.
—Mi Nüwa. —Acotó, antes de que el sonrosado pezón recibiese la atención que tanto reclamaba con su dureza. Comenzó a frotarlo entre sus yemas, con la misma delicadeza que demostraba en sus empujes: es decir, ninguna, con la confianza de saber que podía hacer con el cuerpo de la diosa lo que se le antojase.
—Mía. —Repitió, como si no le bastase con todo lo que hacía para remarcar que ella es de su propiedad. —Gime para mí. Hazme saber cuánto deseas que te monte aquí y ahora.
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