« Back to Album · Next »
 
Newest First | Oldest First
Kurai · M
No pedía: exigía. Se sabía amo y dueño de ella, y lo aprovechaba sin ambages. Por el mero placer de arrancarle un quejido más, tiró del cabello albo sin aviso previo, haciéndola arquearse todavía más; de esa forma pudo echarse hacia adelante y dar alcance al oído de Nüwa con sus palabras, expresadas en un susurro que apenas y daba muestras de la perversa inquietud que sacudía su ser entero.

—Obedéceme. Dime dónde me deseas; y dilo fuerte y claro, o tendrás que conformarte con esto. No te follaré hasta que lo hagas.
Kurai · M
Pronunció el nombre con deseo mal disimulado; aunque tampoco podría fingir demasiado, menos con su hombría presionando de manera insistente contra el trasero de su pareja. La llamó, tan solo por oírse a sí mismo clamando por su hembra y sentirla retorcerse bajo el embrujo de su voz grave; pues, sabía, si había algo que lograba hacer estremecer lo más profundo de Nüwa, era oírlo hablarle con lascivia, llamarla y reclamar lo que le pertenece.

Mi Nüwa. —Acotó, antes de que el sonrosado pezón recibiese la atención que tanto reclamaba con su dureza. Comenzó a frotarlo entre sus yemas, con la misma delicadeza que demostraba en sus empujes: es decir, ninguna, con la confianza de saber que podía hacer con el cuerpo de la diosa lo que se le antojase.

Mía. —Repitió, como si no le bastase con todo lo que hacía para remarcar que ella es de su propiedad. —Gime para mí. Hazme saber cuánto deseas que te monte aquí y ahora.
Kurai · M
Aquello apenas fue un simulacro del acto por venir; y aún así, Kurai no escatimó esfuerzos en hacer sentir a su mujer que la dominaba, la poseía por completo, tanto con el firme agarre de sus manos como con el empeño de sus caderas en atacar una y otra vez el centro mismo de la femineidad de Nüwa.

Como si no le bastase con mantenerla sostenida por el cabello, hubo de aprovechar el ofrecimiento que él mismo provocó: el de los senos generosos, desafiantes, moviéndose al compás de sus embestidas. En ellos concentró la mano libre: sus yemas sumieron la tela del sostén negro al hacerse con la zona protegida por la copa, al dedicarse a amasar tal monte sin el menor de los pudores. Pero claro, pronto dejaría de conformarse con tan solo sentir la delicadeza del encaje; así que tiró de éste casi con violencia, encajando la copa bajo el pecho para liberar éste, y por fin regodearse en el suave, firme tacto de la piel elástica dándole la bienvenida.

—Nüwa.
N1583668 · F
Fijó su mirada oscura en las facciones serias de Kurai, notando cómo se transformaba lentamente en el amo. Su expresión terminó humedeciéndola.

Agradeció que la sostuviera de su cabello porque en caso contrario habría resbalado al sentir su empujón; las piernas le temblaban. No pudo apartar su mirada de sus ojos, llevando sus manos hacia su vientre mientras lo acariciaba con las yemas. En el centro de éste, suavemente, comenzó a colorearse una marca con la forma de un corazón que parpadeaba con suavidad, decidiéndose a adoptar alguna otra que reflejara el estado de ánimo de Nüwa.

El problema era que, su estado, de forma perpetua, era el ardiente deseo que sentía por Kurai.
N1583668 · F
Soltó un quejido protestante sin hacer amago de ahogar sus gemidos en su boca porque deseaba que la escuchara y que fuera consciente —y se sintiera orgulloso— de lo que tomaba de ella. Abrió sus ojos por breves segundos para mirarlo; ya sentía cómo éstos se manchaban del deseo y la perversión que los inundaba a ambos cada vez que estaban juntos. Le dedicó esa mirada, mientras entreabría los labios manchados de la mezcla de sus salivas cuando él comenzó a dominarla.

El sonido de su voz sólo incrementó aún más su deseo. Adoraba la forma en que las notas graves brotaban de su garganta, lo adoraba aún más cuando le dedicaba las palabras más lascivas para acompañar el momento o cuando decía su nombre.

Inclinó la cabeza hacia atrás, siguiendo las órdenes de su amo cuando tiró del cabello plateado y la obligó a curvear la espalda; exponiendo los pechos, el cuello y su rostro para él.
N1583668 · F
Las partes que más le ardían eran los labios y su magullado trasero; Kurai desataba su violencia incluso cuando era suave y dulce, jugando con ella a manchar las cosas más delicadas con la perversión de sus deseos más profundos. ¿Era una queja? No; era lo que más le gustaba a ella de él, la forma en que se entregaba y le exigía a partes iguales. Al inicio la confundía cómo arrebataba todo a su paso, tomando un placer de ella sin permiso. Con el tiempo, disfrutó de sus formas de necesidad y, con los años, lo amó. Ahora se sentía incapaz de abandonar esas dualidades, la diosa disfrutaba de los límites a los que el hombre la llevaba para jugar con sus nervios.

Era el único que podía hacerlo.

La persona que más la conocía.

Único en su especie, su querido Kurai.
Kurai · M
Hacerse con la larga melena no fue problema alguno. Pronto se halló tirando de ella, forzando aún más la sinuosidad de la espalda y, por ende, remarcando el contacto entre su hombría y la entrepierna de Nüwa; mismo que se dedicó a remarcar al empujar lentamente, pero con firmeza; y sus gruñidos no tardaron en acompañar el acto, a la par del incipiente agitar de su respiración merced al deseo creciente.
Kurai · M
No obstante, logró contenerse, reservando tales ansias para sus manos: las que comenzaron por descargarse en un azote doble, haciendo resonar con descaro las suaves nalgas, dejando las primeras de varias huellas que remarcaría durante aquel encuentro.

Aún así, el beso fue breve; parecía que Nüwa tampoco podría demorar por largo rato un contacto más íntimo, y fue ahí cuando lo sorprendió al restregar el trasero contra él. Su hombría encajó perfectamente en el surco, cual si ese fuera su lugar por derecho; haciéndolo soltar un grave, obvio quejido por lo bajo y lanzar su mano en busca del cabello de su sumisa, necesitado de dominarla ahí mismo e incentivar aún más ese ofrecimiento lascivo que ella le hacía con el níveo, erótico cuerpo llamándolo para poseerlo.
Kurai · M
Nüwa siempre lograba hacer hervir su sangre, eso no era novedad; pero sí la facilidad con la que esta vez logró no solo encenderlo, sino hacerlo sentir impaciente, deseoso, ante tal asertividad.

Besarla fue un deleite que se permitió con ahínco. En ese beso estaban no solo sus deseos por complacerla también; sino una aceptación tácita de lo mucho que la había extrañado, por más breve que fue su ausencia. La suavidad de los labios de Nüwa bajo los suyos podría haber sido un recordatorio para exigirle delicadeza; pero fue todo lo contrario, Kurai se sintió poseído por una necesidad de mordisquearlos, tirar de ellos, lastimarlos de esa manera en que solo él sabía hacerlo: haciendo caminar a su mujer sobre la delgadísima línea entre dolor y placer.
N1583668 · F
tras la necesidad de tenerlo. Fue la misma diosa quien, buscando aún sus labios, se dio la vuelta. Le ofreció al hombre no sólo su boca, también la curva de su desnuda espalda —por las prendas que llevaba— y del trasero ya manchado de rojo por sus dedos.

Fue la posición perfecta para que, con un empujón suave de caderas hacia atrás, la erección del rubio se encajara entre ella; calentando, esta vez, algo más que su vientre.

Add a comment...
 
Send Comment