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Kurai · M
Aquello apenas fue un simulacro del acto por venir; y aún así, Kurai no escatimó esfuerzos en hacer sentir a su mujer que la dominaba, la poseía por completo, tanto con el firme agarre de sus manos como con el empeño de sus caderas en atacar una y otra vez el centro mismo de la femineidad de Nüwa.
Como si no le bastase con mantenerla sostenida por el cabello, hubo de aprovechar el ofrecimiento que él mismo provocó: el de los senos generosos, desafiantes, moviéndose al compás de sus embestidas. En ellos concentró la mano libre: sus yemas sumieron la tela del sostén negro al hacerse con la zona protegida por la copa, al dedicarse a amasar tal monte sin el menor de los pudores. Pero claro, pronto dejaría de conformarse con tan solo sentir la delicadeza del encaje; así que tiró de éste casi con violencia, encajando la copa bajo el pecho para liberar éste, y por fin regodearse en el suave, firme tacto de la piel elástica dándole la bienvenida.
—Nüwa.
Como si no le bastase con mantenerla sostenida por el cabello, hubo de aprovechar el ofrecimiento que él mismo provocó: el de los senos generosos, desafiantes, moviéndose al compás de sus embestidas. En ellos concentró la mano libre: sus yemas sumieron la tela del sostén negro al hacerse con la zona protegida por la copa, al dedicarse a amasar tal monte sin el menor de los pudores. Pero claro, pronto dejaría de conformarse con tan solo sentir la delicadeza del encaje; así que tiró de éste casi con violencia, encajando la copa bajo el pecho para liberar éste, y por fin regodearse en el suave, firme tacto de la piel elástica dándole la bienvenida.
—Nüwa.
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