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N1583668 · F
tras la necesidad de tenerlo. Fue la misma diosa quien, buscando aún sus labios, se dio la vuelta. Le ofreció al hombre no sólo su boca, también la curva de su desnuda espalda —por las prendas que llevaba— y del trasero ya manchado de rojo por sus dedos.
Fue la posición perfecta para que, con un empujón suave de caderas hacia atrás, la erección del rubio se encajara entre ella; calentando, esta vez, algo más que su vientre.
Fue la posición perfecta para que, con un empujón suave de caderas hacia atrás, la erección del rubio se encajara entre ella; calentando, esta vez, algo más que su vientre.
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