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Kairavana · 31-35, M
Sin darse cuenta es que se había perdido en la escena de la disciplina ajena, que parecía oscilar entre las artes de la guerra y las de la danza. Ese abanico parecía ser el conductor de aquello, y en el lugar, Kai se encontraba de paso. Caminó un par de pasos en la ladera de aquella laguna, y trascendia su curiosidad de viajero ante la mujer.
El hombre resaltaba por sus cabellos de blanco color, y los cuernos que brotaban de su cabeza en un color azulado intenso. No portaba más que un sable y una calabaza de licor amarrada a su cinturón.
El hombre resaltaba por sus cabellos de blanco color, y los cuernos que brotaban de su cabeza en un color azulado intenso. No portaba más que un sable y una calabaza de licor amarrada a su cinturón.
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