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Kairavana · 31-35, M
elemental.

—Ese hielo...—pensó en voz alta, mientras se acercaba con ligera cautela, respetando las distancias, fumando, más conteniendo aquel humo dentro de su boca por unos meros instantes— ¿Era real?
Kairavana · 31-35, M
Ya antes le habían comparado con aquellos mitad Chilin, de los cuernos impetuosos curvos, pero trascendía como un forastero en toda norma, sin dudas no pertenecía a las tierras. Todo lo opuesto fue que encendió la pipa para fumar, dejando que el humo aromático rodee pronto el ambiente con su esencia extraña, no eran plantas de Inazuma, ni de ninguna de las tierras de los antiguos adeptos, todo lo opuesto. Era una esencia espesa de flores, con tabaco ajeno a las tierras, probablemente sea en el puerto de Liyue donde algo similar podría encontrarse.

—Me trajo muchos recuerdos...—admitió, dejando que la pared de humo que creaba escondiera el rostro de melancolía que escondían sus ojos brillantes, imbuidos en tan extraña energía— No tengo otra intención que rememorar.

Confesó, pues era en su danza o su arte que veía, en momentos sorpresivos, destellos de un pasado que creía haber dejado atrás. Por eso no le molestó admitirle a la mujer la profunda admiración que tenía ante la...
KsA1579159 · F
¿Un forastero apreciando el arte de un extraño? Pregunto ella, esperaba alguna respuesta de dicha persona que miraba lo que ella realizaba y quizas ayudar si es que se encontraba perdido en las tierras ancestrales de Inazuma.
KsA1579159 · F
Concentrada en sus movimientos, la joven repasaba delicadamente cada paso de aquella danza en aquella laguna que atravesaba el templo de los kitsunes. Su arte elemental era sin duda el mas bello y delicado que se pudiese apreciar, con un ligero movimiento de su mano derecha que sostenia el abanico hacia que las pequeñas gotas que salian de el se congelaran, siendo pequeñas plumas que la acompañaban.

La joven era conocida como parte de una familia prestigiosa donde su arte era delicado, practicarlo era un deber pues de no hacerlo podria no estar preparada para defenderse pues en lo delicado esta lo mortal impregnado.

Esta acostumbrada al publico pues en festivales los niños le pedian realizar dichos movimientos para alegrarlos y ver la nieve en verano. Siguio haciendo aquellos movimientos sin ignorar aquel sonido que hacia con aquella pipa; ¿Sin duda ha de ser un visitante de tierras lejanas, pensó ella pues su aparecia similar a un gran amigo y compañero su rostro no era famil
Kairavana · 31-35, M
Y sin pudor alguno, se detuvo a contemplar lo que ahí pasaba. Quizás no fuese visto, quizás sí. No le interesaba en lo más mínimo, aunque en el fondo, no quería dejar de ver la ajena disciplina en el combate.

Solo el sonido de su pipa saliendo de dentro de la tinaja pudo escucharse.
Kairavana · 31-35, M
Sin darse cuenta es que se había perdido en la escena de la disciplina ajena, que parecía oscilar entre las artes de la guerra y las de la danza. Ese abanico parecía ser el conductor de aquello, y en el lugar, Kai se encontraba de paso. Caminó un par de pasos en la ladera de aquella laguna, y trascendia su curiosidad de viajero ante la mujer.

El hombre resaltaba por sus cabellos de blanco color, y los cuernos que brotaban de su cabeza en un color azulado intenso. No portaba más que un sable y una calabaza de licor amarrada a su cinturón.

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