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— ¿Eh?, ¡preocuparme!, ¡No digas estupideces!—

Le gritó con un gracioso gesto, las tersas mejillas de la Magi se pintaron de un tenue rosa. Kouen se equivocaba, ¡Si!, o eso era lo que ella desesperadamente ocultó.

— ¡Ya lo veremos!—

Y dicho esto huyó.
 
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