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𝐀𝐝𝐫𝐞𝐧𝐚𝐥𝐢𝐧𝐞.
 
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A pesar de la inquietud en su vientre, Klaus dejó el libro sobre el escritorio con toda calma: textos tan antiguos como ese merecían cierto respeto, y esa era quizá la mayor razón por la que aún no poseía a Czarina en el estudio; pero dado su estado, no se sentía muy convencido de que tal situación se prolongaría una noche más.

—Vaya, vaya. ¿Qué tenemos aquí?

Había salido al encuentro de Czarina con una calma que en realidad no sentía. A ojos de la chica, se le vería como de ordinario: indolente, mordaz... Y genuinamente complacido de tener a tal belleza delante. Pero tampoco se molestó demasiado en disimular lo que bullía en su interior, consciente de que Czarina podía leer su alma de cierta forma, y de que seguramente le agradaría lo que él tenía por ofrecer: un aura con tonos de acentuados rosa y carmín, los que, junto con el evidente resplandor azul de sus ojos, dejaban muy en claro lo que su actitud casi automática no decía: la deseaba. La necesitaba.
 
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