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𝐀𝐝𝐫𝐞𝐧𝐚𝐥𝐢𝐧𝐞.
 
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—Por fin.

Jamás había pensado que se sentiría así tan solo con escuchar la llegada de alguien. ¿Alivio? En absoluto: era consciente de lo que Czarina podía hacer, y de la clase de misiones que ella cumplía; por lo que no sentía la menor pizca de preocupación por el bienestar de ella... Sin mencionar, por supuesto, un pequeño detalle: si bien aún no habían entrado en un pacto faustiano, ya eran lo suficientemente «cercanos» como para que parte de su esencia residiera en el interior de la rubia; de modo que podría detectar al punto si ella corría auténtico peligro y, en caso de ser necesario, hacer acto de presencia: nadie podría lastimar a su juguete.

No, no fue alivio en absoluto; fue expectativa, deseo, codicia. Todo cuanto podía esperarse de un demonio como él.
 
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