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Bajar la mirada fue un recordatorio, quizá innecesario, de a qué se refería; pero por nada en el mundo perdería la oportunidad de deleitarse con los reveladores escotes que la rubia solía portar. Y, por si no fuese suficiente, se soltó por un momento; el que le tomó descargar la palma en el trasero de Czarina, dándole un azote juguetón no exento de deseo, como sus dedos, hambrientos y fugaces, demostraron al apretar la zona antes de apartarlos. Acto seguido, la asió por la cintura, dejando descansar su palma en el filo de la cadera ajena; y así, manteniéndola firmemente asida, retomó el paso, permitiendo que ella lo llevase al destino elegido.
 
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