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— En el mundo humano, jamás debo mostrar mis orejas y colas, creo que eso fue lo que una vez dijo mi mamá...creo...—
 
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La cocina era un don nato en ella, no había platillo que se resistiera a sus hábiles manos y su papá era víctima de cada alimento, esos kilos demás eran la responsabilidad de Kiyomi.

Escuchó sus palabras y no pudo evitar inflar las mejillas ofendida y al mismo tiempo preocupada por lo que escuchó.

—...¿A-Anciana?... pero eso es .... imposible...no digas cosas tan horribles papá, quiero ser siempre joven y dulce, los ancianos huelen extraño, no son lindos y son amargados...—
La siguió a la cocina. Su pequeña era la mejor cocinera y alquimista. Porsupuesto que estaba hambriento. Apenas había llegado de su largo viaje

—Has crecido mucho. La próxima vez que vengas serás toda una anciana.

Dijo en broma, sabía que su crecimiento se detendría cuando alcanzara la madurez, pero quería ver su rostro aniñado haciendo gestos
— Intento recordar algo que decía mamá sobre lo humanos, te prometo que no estoy tramando nada, papá. — sonrió alegre ante su caricia y continuó caminando hacia la cocina, ya había servido el desayuno para ambos.
¿En que piensas? Esa mirada la pones cuando algo estás tramando -Colocó la diestra sobre su cabeza, dejando que sus dedos quedaran envueltos en sus hebras-

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