Estaba tan emocionado, demasiado. Su cabeza estaba abrumada de todo lo que platicaron con Robin, en realidad es cuando más desesperación se tía por correr y verlo de una vez por todas. Robin significaba, de algún modo, su hogar, su refugio. Tenía tanto que resolver y sobre todo la necesidad de no sentirse solo. Sus rodillas le temblaban, la voz también. Fue hasta ese lugar para encontrarse con el, teniendo aquella ilusión, siguió rigurosamente las instrucciones y fue guiado hasta un piso vacío, dónde esperaba inapcientemente por ver al mayor pero no había nadie ni nada que le diera un indicio de que estaba ahí, comenzó a sentirse extrañado

—¿Robin? ¡¿Robin?! Soy yo Haruki. ¿Estás aquí? ¡¿Robin?! — la castaña se asomaba por las puertas del pasillo, mirando con cierta incertidumbre, ya no quería esperar más, pensaba que quizá...