Por un momento su cuerpo su tenso, y aquellos orbes de un azul pálido destellaron de rojo, una silenciosa señal de que no estaba controlando sus emociones. Algo que muy pocas las veces se le dificultaba.
Paso su mano libre por los rojizos cabellos del incubo, acariciadolo en lo que calmaba sus instintos protectores y las ansias de derramar sangre. En esos momentos Kiria no necesitaba ese tipo de emociones cerca. — Ya entiendo porque hueles diferente... — Ejercio un poco más de fuerza en el brazo con el que lo rodeaba, queriendo transmitirle cierto apoyo.