-Te demoraste demasiado en hacer tu primer movimiento... pensaba que no estabas interesado.
Los toques se vuelven mas atrevidos, recorriendo el cuerpo de su acompañante con sus manos, terminando por empujarlo en la cama para colocarse a horcajadas encima de su cintura.
- Me gusta verte desde aqui~
Se relame los labios, sonriendo de lado ya que estaba disfrutando del juegl entre ambos de manera intensa.
A la brevedad replicó ostentando su pícara sonrisa y sin despegar la propia mirada cautivada por tan atractivo cuerpo.
— Lo eres. Bastante.
Cuando sintió el cálido tacto invitó al incubo a tocar aún más aproximando su cuerpo y entre tanto orientar los labios e lengua en devorar como recorrer aquel cuello tan apetecible sin dejar de conceder atención a los pezones utilizando su índice y pulgar bruscamente.
— Digo lo mismo, Kiria. — Añadió como susurro con una sutil mordida de por medio.
Lo soy? -pregunta el incubo agitando su delgada cola con tranquilidad, relamiendose los labios antes de pasar a cerrar ambos ojos con una suavidad notable, leves gemidos comenzando a salir de sus labios en lo que sus pezones eran acariciados, sus propias manos empezando a explorar el cuerpo ajeno con algo de timidez- Sabes?... te deseo desde hace mucho~
Sin titubeó alguno accedía a las peticiones dominado por el lascivo momento, su propia diestra concedía caricias posesivas y obscenas sobre aquel pecho para a los segundos enfocar toda atención a los rosados como tentadores pezones. Ansiaba escuchar esos dulces jadeos.
Ah... -suelta un suspiro, su temperatura ciertamente estaba elevada, mordiendose el labio inferior y apegandose mas al cuerpo ajeno para poder sentirlo mejor- Tocame mas~
— Entonces, eso haré. — La atracción era ineludible, esa cola incrementaba su fascinación y anhelo de apreciarlo aún más como si fuese una obra de arte. Sus dedos accedieron entre sutiles delineadas caricias hasta alcanzar el ansiado pecho.
— Me pregunto que hasta donde puedo tocar. ¿O acaso hay límites? — Añadió mientras con las yemas de los dedos recorría la suavidad que ofrece el abdomen del incubo.
