Vamos, Kirei. ¿A caso has cambiado tú ese deseo que poseías? -Alcanzó a reposar los codos sobre sus propias piernas, cruzando las manos donde haría apoyar su mentón, en lo que su mirada recorría el altar.-
Estoy aquí para que ambos logremos el propósito por el cual seguimos con vida. Será divertido, despertar el grial.
No has cambiado nada -el sacerdote se reincorporó nuevamente y observando al servant y sin inmutarse de su presencia- dime ¿a que has venido? Espero sea algo bueno como para interrumpirme
¿Por qué no venir por estos lares? Que poco educado, Kirei. -La arrogancia y siempre prepotencia del Rey de los Héroes se veía manifestada en su sonrisa, pretenciosa y peligrosa como siempre.- Me sorprende verte rezar, cuando sabes es una de las hipocrecías más grandes... Pero a saber qué es lo que buscas con ello.
En fin... -Tras su caminar alcanzó a tomar asiento sobre uno de los puestos en la hilera más próxima al altar, despreocupado, por cualquier "respeto" que aquella fachada de lugar tuviese por parte de otros.- Que esté aquí, sigas con por estos lugares y la presencia de otros Servants hace lo que sucede un tanto obvio, ¿No lo crees?
-El sacerdote estaba rezando cuando escuchó que el servant entra y habla, le molesta un poco que lo interrumpan de esa manera y se levanta mirando al servant- Gilgamesh, no esperaba verte ¿que es lo que haces aquí?
-El sirviente dorado irrumpió las puertas de la iglesia con total autoridad y despreocupo, adentrándose en aquel edificio vitrado que no le era extraño, todo una fachada, una de las más grandes mentiras.-
Así que de alguna forma te encuentras con vida, Kotomine. Supongo que aún tienes un camino que recorrer. La voz del rey hacía eco en ese edificio por el cual se paseaba entre las sillas de culto.- ¿Aún jugando al supervisor?
